Volumen 16, No. 2, Art. 24 – Mayo 2015
Relatos metodológicos: difractando experiencias narrativas de investigación
Nicolás Schöngut Grollmus & Joan Pujol Tarrés
Resumen: Si bien la investigación narrativa está ampliamente establecida en ciencias sociales, su práctica concreta presenta distintas variaciones en función de perspectivas teóricas y epistemológicas. Como una forma de analizar diversas experiencias en la práctica de la investigación narrativa, este artículo analiza seis narrativas de investigadoras respecto a su aproximación y uso de metodologías y técnicas asociadas a lo narrativo. A partir de un primer análisis narrativo, el artículo da cuenta de los resultados mediante dos textos. El primero se centra en los aspectos teóricos, metodológicos y técnicos de la investigación narrativa, mientras que el segundo se enfoca en los aspectos éticos y políticos de la experiencia de las participantes respecto al uso de narrativas para la investigación. Los textos permiten abordar reflexivamente la implantación de distintas formas de investigación narrativa a partir de considerar los posibles presupuestos teórico-epistemológicos en los que se sitúa su implantación concreta.
Palabras clave: metodologías cualitativas; investigación narrativa; interdisciplinariedad; reflexividad
Índice
1. La emergencia de la perspectiva narrativa
2. El qué y el cómo de "lo narrativo": sobre perspectivas y metodologías
3. Metodología: aproximándonos narrativamente a las narrativas
3.1 Narrativas como prácticas de escritura compartida
3.2 Del análisis de narrativas al análisis narrativo
4. Desgranando las narrativas de las producciones narrativas
4.1 Reflexiones sobre las narrativas y sus implicaciones metodológicas
4.2 Investigación narrativa y acción política
5. Relatos metodológicos: algunas conclusiones sobre el uso de narrativas en la investigación social
1. La emergencia de la perspectiva narrativa
Podemos localizar el interés por el análisis narrativo a principios del siglo XX, en el campo de los estudios literarios, donde destaca la obra de Vladimir PROPP y sus estudios sobre la morfología de los cuentos rusos. A pesar de que esta obra fue publicada en 1928, no fue sino hasta tres décadas más tarde, con la traducción al inglés y al francés de su libro "Morfología del cuento", que esta perspectiva toma cuerpo en el contexto académico y universitario. En su inicio, la perspectiva narrativa desarrollada en el seno de los estudios literarios y desde abordajes como el formalismo ruso, el estructuralismo francés o la hermenéutica alemana se centran especialmente en la estructura y contenido del texto más que en sus circunstancias e implicaciones sociales y culturales. El desarrollo de la sociolingüística a finales de la década de los setenta, ejemplificado en el trabajo de William LABOV, establece las condiciones de posibilidad para pensar en los relatos y narraciones que sirvan para el estudio de una narrativa de la vida cotidiana (CZARNIAWSKA 2004). A finales de la década de los setenta y a principios de los ochenta el desarrollo del "giro narrativo" en ciencias sociales incorpora los relatos, narraciones y narrativas como parte de sus metodologías y técnicas de investigación (ibid.). Durante esa época los trabajos de Walter FISCHER en ciencia política, y los de Jerome BRUNER y Donald POLKINGHORNE en psicología terminaron por inaugurar un nuevo campo de investigación para las ciencias sociales: las narrativas. Este campo se caracteriza por incluir al estudio del relato el proceso de su construcción, así como los esquemas lingüísticos y cognitivos que lo hacen posible (POLKINGHORNE 1988), aproximación que se consolida en los años noventa en el campo de las ciencias sociales (ver por ejemplo los trabajos de BRUNER 1991a; CONNELLY & CLANDININ 1991; POLKINGHORNE 19951)). En este punto se distinguen dos enfoques diferentes en la investigación narrativa: el análisis de narraciones versus el análisis narrativo (COULTER & LEE SMITH 2009). Mientras en el primero se resalta la noción de narración o relato, entendida como un objeto que puede ser analizado y dividido en temas y categorías (ibid.), el análisis narrativo es un enfoque de investigación cuyos datos de estudios consisten en acciones y eventos, pero en el cual es el análisis lo que permite decantar estos hitos en una narrativa (ibid.; POLKINGHORNE 1995). Así el estudio de las narrativas y también la investigación social por medio de éstas, han producido determinadas condiciones para instalar una serie de diálogos y discusiones al interior de las ciencias sociales y las disciplinas que la componen. Estas tensiones se han inscrito en diferentes niveles, abordando así problemas epistemológicos, metodológicos e incluso constitutivos de algunas disciplinas. CABRUJA, ÍÑIGUEZ y VÁZQUEZ (2000) argumentan que las diferentes propuestas del uso y concepción de la narrativa han terminado por hacer de ésta una noción polisémica y compleja, pero que a su vez ha sido tremendamente productiva. Un abordaje de la noción de narrativa que no reconozca su complejidad y riqueza, termina por reducir la noción restándole su capacidad de producir sentido en los sujetos. "Parece más oportuno interrogarse por lo que las personas hacen, qué efectos tratan de producir al utilizar narraciones y qué papel desempeña la narrativa en sus relaciones" (p.62). Con este sentido, es necesario considerar enfoques y perspectivas no tradicionales en la investigación cualitativa que permitan producir alternativas a los enfoques epistemológicos realistas, en tanto estos suprimen la posibilidad de construir sujetos que logren significar su experiencia mediante el lenguaje (CLOUGH 1989), y que al mismo tiempo permitan descubrir, contestar y deconstruir las narrativas maestras que circulan en el entorno sociocultural del sujeto (DENZIN 1990). [1]
Este artículo focaliza su mirada en la práctica concreta que los/las investigadores/as llevan a cabo al usar aproximaciones y técnicas narrativas, lo que nos permitirá explorar las variaciones y tensiones entre distintos marcos teóricos, epistemológicos y metodológicos encarnados en cada investigación particular. Se trata de evidenciar la necesaria reflexión teórica que fundamenta la práctica investigadora para el caso concreto de las narrativas. En este sentido, CHAMBERLAIN (2012) pone de manifiesto una preocupación por la falta de reflexión y fundamentación en trabajos que involucran metodologías cualitativas, algo que termina por oscurecer los procesos mediante los cuales se lleva a cabo una investigación. La automatización en la aplicación de técnicas cualitativas lleva a centrarnos en los resultados obtenidos más que en su proceso de producción; una práctica que, a la luz de epistemologías post-positivistas, constructivistas o críticas, supondría un poso positivista incoherente con el fundamento mismo de los métodos cualitativos (ibid.). La investigación narrativa tiene una gran amplitud y diversidad (CABRUJA et al. 2000), y carece de una normativa procedimental que podemos encontrar en otros enfoques por lo que, en palabras de CHAMBERLAIN (2012, p.60):
"For instance, anyone who has tried to work with narrative as a methodology will be aware immediately of how impossible it is to find, let alone rely on, codified practice in that field. But they will also be cogniscent of the powerful contributions that can be made through a good narrative analysis". [2]
Más que realizar una idealización de cómo debería ser el trabajo narrativo, este texto explora la práctica concreta de la investigación narrativa a partir de producciones narrativas con personas investigadoras que utilizan esta técnica. Buscamos dar cuenta de sus experiencias, considerando la diversidad paradigmática en sus enfoques, los contextos que han permitido diferentes implementaciones de lo narrativo, así como también buscamos abordar las implicancias éticas y políticas de sus propuestas metodológicas. Este artículo presenta, en primer lugar, una revisión de lo que se entiende por el uso de metodologías y técnicas narrativas en la investigación, para luego dar paso a la metodología de investigación que hemos utilizado para producir los relatos de las participantes, las producciones narrativas. Posteriormente presentamos parte del trabajo de análisis que ha seguido al trabajo de campo, y que se constituye en torno a dos ejes: el primero aborda aspectos teóricos, metodológicos y técnicos del uso de narrativas en la investigación, y el segundo está enfocado en el carácter ético-político de esta perspectiva y sus implicaciones en las experiencias de las personas participantes. Finalmente proponemos algunas consideraciones metodológicas respecto al uso de lo narrativo en la investigación, realizadas a partir de la posición epistemológica que hemos asumido, y el análisis de los relatos producidos en el curso de este trabajo. [3]
2. El qué y el cómo de "lo narrativo": sobre perspectivas y metodologías
CLANDININ y CONNELLY (2000) realizan una definición amplia de lo que constituye la investigación narrativa al incluir cualquier tipo de investigación que utilice alguna forma de texto o relato como unidad de análisis para comprender cómo los sujetos construyen y crean significado narrativamente. Esta aproximación, más metodológica, no toma en consideración otras cuestiones igualmente importantes en la definición de un campo de investigación. Hay una necesidad de definir los límites que lo constituyen, definiendo qué es narrativo y qué no. Problematizar la categoría de investigación narrativa implica concebirla como espacio de discusión sobre estos aspectos más que un listado de metodologías y técnicas de investigación aprobadas. La investigación narrativa como perspectiva es un espacio para dialogar sobre la relación entre los medios narrativos y la experiencia que se constituye en éstos, haciendo transparente el proceso de investigación y documentando cómo se llega a ciertas conclusiones en una determinada práctica investigativa (BAMBERG 2012). [4]
Dicho esto, ¿qué entendemos por lo narrativo? ¿Cómo se diferencia de otras formas de comunicación u otros tipos de texto? Comencemos por diferenciar la idea de narración y narrativa, que aunque son dos nociones relacionadas entre sí, poseen matices e implicaciones diferentes. Una narración se entiende como el efecto de la acción de narrar, vale decir el relato que se produce en tal acto. BAL (1985) dirá que una narrativa es aquel texto "en que un agente relate una narración" (p.13). En este artículo utilizaremos narración y relato como sinónimos, pero la idea de narrativa – a diferencia de la narración – es distinta en la medida que hace referencia a una dimensión más compleja. Una narrativa posee un potencial transformador que reside en que ésta no sólo es el contenido presente en la narración, es decir, lo incluye pero también posee una temporalidad, establece causalidades y produce relaciones, constituyéndose como una vía de acción para el sujeto (BRUNER 1991a; CAPELLA 2013; CLANDININ & CONNELLY 2000; POLKINGHORNE 1988; RODRIGUEZ 2002). Esto se debe a que la narrativa está compuesta de un texto y una historia, y aunque la historia pueda ser común a dos o más textos, aquella historia no se relata igual; cambia la secuenciación de los hechos, las metáforas, los signos utilizados, etc. (BAL 1985), convirtiendo a la narrativa en una vía de acción para el sujeto. Esto implica reconocer en una narrativa dos aspectos fundamentales de ella: primero, que al ser acción no se limita únicamente a una forma de comprensión, sino que es además transformador de la realidad. En segundo lugar, y como consecuencia del punto anterior, la narrativa estaría dotada también de una potencialidad política, en la medida que puede mantener o transformar una determinada comprensión del entorno. [5]
Al mismo tiempo, una narrativa puede tener presente una cualidad que MORSON (2003) y RODRIGUEZ (2002) denominan narratividad. Aunque parece tautológico pensar en que una narrativa posea narratividad, ambos conceptos tienen precisiones diferentes. Mientras que la narrativa es capaz de producir una trama que establece una forma de relación entre distintos sujetos y objetos, la narratividad logra hacer lo propio desde una visión de proceso respecto a esas relaciones en base al menos a tres condiciones. Para tener narratividad en una narrativa, según MORSON (2003):
Es necesario tener una perspectiva de proceso sobre las historias. No se trata únicamente de enumerar eventos, sino de la creación de tramas complejas. La trama permite transformar un evento en una acción, dotándola de propósito y haciéndola vinculable a acciones futuras, pero también como un efecto de acciones pasadas.
El presente juega un papel relevante, más allá de su comprensión como una derivación de acciones pasadas. El presente tiene un peso en sí mismo, como una ubicación crítica desde en la cual nos posicionamos como sujetos para leer e interpretar nuestra historia. Esto no quiere decir que una narrativa sólo debe ser presente, sino comprender que es éste el que nos permite leer nuestra historia de una determinada manera.
La narratividad reconoce el papel que juega la contingencia, en tanto permite la aparición de diferentes elementos en una historia. Se diferencia del azar en la medida que las acciones contingentes no aparecen desde ningún lugar, sino que se explican como efectos o consecuencias de acciones pasadas. Asimismo, tampoco es una forma de determinismo en la medida que la contingencia pasada explica y justifica una posible causalidad, pero no garantiza, asegura ni predice el curso de acciones futuras. [6]
La narratividad permite visibilizar el contexto de producción en que se construyen las relaciones entre sujetos y objetos de una narrativa. Sin embargo no necesariamente toda narrativa es capaz de mostrar estas condiciones de producción. Una perspectiva narrativa, más que la producción de una tecnología para la investigación es una forma de participar del mundo, en la medida que lo narrativo es una forma de pensamiento, y por lo tanto, una forma de relación con la realidad (RODRIGUEZ 2002). La inclusión de un grado de narratividad es al mismo tiempo una forma de llevar a cabo prácticas reflexivas respecto a la construcción de una trama en la narrativa. De esta forma pensar lo narrativo únicamente como un marco metodológico para ordenar un flujo de información en un contexto investigativo, produce una despolitización de esta perspectiva, restándole su potencial de transformación social por un lado (ibid.), así como también su potencial reflexivo. ¿Cómo podemos entonces construir metodologías de investigación narrativas que puedan hacer uso de ese potencial? Primero que todo es fundamental reconocer que optar por aproximaciones narrativas en un contexto metodológico debe implicar primero un reconocimiento de la construcción narrativa de la realidad en el sujeto. BAMBERG (2012) propone dos formas de llevar la idea de la narrativa como perspectiva al terreno de lo metodológico: uno, entender la narrativa como método – vale decir hacer investigación con narrativas – o dos, operar desde la lógica de métodos narrativos, donde la investigación es una serie de técnicas aplicadas sobre las narrativas. [7]
En el primer abordaje, la narrativa como método, ésta se inscribe como inseparable al sujeto, y éste confiere activamente el significado a otros objetos y sujetos que coexisten con él, lo que sucede necesariamente de forma interpretativa y subjetiva (ibid.). Como lo propondría BRUNER (1991a), la narrativa es una forma de pensamiento que se constituye como distinto al lógico-científico: no es deductivo, sino que a partir de la gestión de la experiencia produce significado. Para BAMBERG (2012) si llegamos a considerar la narrativa como la forma primaria en que la experiencia humana se hace significativa, entonces es correcto considerar que las narraciones que hacemos, son significativas porque reflejan las historias que nos constituyen como sujetos. En el segundo abordaje de investigación narrativa, que contempla el conjunto de métodos narrativos, la narrativa aparece como una noción más instrumental: es un esfuerzo por contextualizar la construcción del significado del sujeto (ibid.). Las narrativas son objetos de investigación, los cuales se transforman en textos que pueden analizarse desde su estructura, su contenido o su performatividad (ibid.), y que a diferencia de la narrativa como método, este conjunto de métodos narrativos no constituyen una forma de pensamiento diferente, sino una caja de herramientas que permiten levantar o construir una narrativa, pero que es instrumentalizada para el cumplimiento de otra función. Mientras la narrativa como método es una metáfora para hacer investigación desde una perspectiva narrativa, el conjunto de métodos narrativos no es una perspectiva, sino que es la narrativa como instrumento al servicio de otra perspectiva. [8]
Si queremos posibilitar la comprensión de la investigación como una praxis empujándola más allá de sus límites tradicionales, más que utilizar metodologías narrativas desde una concepción técnica de éstas, debemos situar nuestra investigación desde una comprensión narrativa de la realidad, vale decir, cuando adoptamos una perspectiva narrativa en nuestra investigación. Esto sucede en la medida que una narrativa ya no solo es una forma de comprender cómo se construye el significado en nuestras experiencias cotidianas, sino que también reconstruye y afecta esos significados (RODRIGUEZ 2002). Cuando recurrimos al uso de narrativas necesariamente nos incorporamos al lenguaje, tendemos a interpretar esas historias mientras que al mismo tiempo creamos nuevos significados para éstas (CABRUJA et al. 2000). Comprender la narrativa como una forma de investigación que es al mismo tiempo una praxis, es trabajar bajo el supuesto de que tenemos acceso a un mundo previamente construido, pero que al mismo tiempo que hablamos o escribimos sobre éste contribuimos también a su constante transformación. [9]
Entender la narrativa como una perspectiva, y no meramente como una tecnificación metodológica, permite rescatar sus aspectos políticos, relacionados con la potencialidad transformadora de la perspectiva. Un ejemplo de esto lo encontramos en el trabajo de Martin CORTAZZI (2001), quién propone la incorporación de una perspectiva narrativa en el análisis del trabajo etnográfico. Esta acción supone un esfuerzo de producir abordajes metodológicos sensibles a los contextos socioculturales, a los procesos y que obedezcan a un pensamiento reflexivo no únicamente sobre nuestros problemas de investigación, sino también respecto a nuestras posiciones sociales, subjetivas y materiales que se establecen como condiciones de posibilidad para nuestro trabajo. Es posible producir otros abordajes metodológicos con esta misma vocación política-reflexiva, sin embargo la perspectiva narrativa tiene cierta especificidad que pone énfasis en la comprensión de la articulación de la subjetividad como un constructo que se encuentra entre lo psíquico y lo social (DAY SCLATER 2003), centrada en la dimensión de la experiencia (POLKINGHORNE 1988) y desde una perspectiva de proceso (MORSON 2003; RODRIGUEZ 2002), por nombrar algunas características. [10]
A esta línea, o sea la perspectiva narrativa con una implicación política, adscriben varias autores/as, por ejemplo DAY SCLATER (2003) vincula directamente al self con lo narrativo en lo que a la construcción de significado refiere. Asimismo la idea donde el yo o la identidad son, en algún sentido, una construcción narrativa ha sido desarrollada por, entre otros, Jerome BRUNER (1991b), Donald POLKINGHORNE (1988) o Paul RICOEUR (1980). Una narrativa cumple, en primera instancia, una función cognitiva que organiza nuestra experiencia: las formas en que puntuamos una narración y las maneras en que gestionamos la temporalidad de una sucesión de acciones, termina por transformar ese relato en una construcción narrativa. Ésta, a su vez, nos permite crear y atribuir significado a nuestras experiencias (POLKINGHORNE 1988). Sin embargo la construcción de significado supone primero una entrada a lo socio-cultural, en tanto la adquisición de lo simbólico y del lenguaje son condiciones previas a la posibilidad de significar el mundo (BRUNER 1991b). De esta manera muchas teorías sobre lo narrativo quedan atrapadas en el binarismo que se establece entre lo mental y lo social. Frente a esto, DAY SCLATER (2003, p.328) propone hablar de un sujeto narrativo que se encuentra en lo psíquico y lo social, en el sujeto y la cultura: "I have suggested that subjectivity is best seen, not as the product of anything, but in processual terms, as a dynamic state of always-becoming in the 'transitional' spaces of culture that are, at once, both cultural and psychic spaces". [11]
CAPELLA (2013) propone que el modelo narrativo reconoce la relevancia del lenguaje en la constitución del sí mismo y la significación de la experiencia, pero que al mismo tiempo mantiene la coherencia de la subjetividad individual, y que por esto frecuentemente la narrativa queda atrapada entre una visión realista de la identidad con un sí mismo preexistente a la interacción con el otro y lo sociocultural, y una perspectiva socioconstruccionista donde el sí mismo sería dependiente del lenguaje y el contexto. Por esto, si bien una narrativa se construye en un espacio interpersonal, dado el supuesto que su emergencia supone una audiencia o un otro que la escucha o lee (BRUNER 1991a), no es posible separarla del todo de un sujeto productor. De esta forma, si entendemos la narrativa como un producto de un sujeto narrativo, más que estar presente en lo psíquico y en lo cultural, la narrativa se sitúa entre ambas: ésta queda enmarcada en los límites de la subjetividad y lo socio-cultural, permitiendo al sujeto inscribirse de forma dinámica en los diferentes guiones culturales disponibles, al mismo tiempo que su participación en éstos es también capaz de afectarlos y modificarlos (DAY SCLATER 2003). [12]
El objetivo que nos hemos planteado en un comienzo ha sido la exploración de las experiencias narrativas de investigación, prestando atención tanto a los procesos como a sus resultados y productos. Dada nuestra concepción de la perspectiva narrativa, no sólo nos ha interesado explorar los aspectos teóricos, metodológicos y técnicos de las experiencias de las participantes. Nuestra propuesta también busca explorar los supuestos éticos y políticos respecto a la investigación narrativa, que emergen de las experiencias de las participantes. Al situarnos fuera de un paradigma positivista de la investigación, hemos buscado activamente la construcción de metáforas alternativas, que persigan lógicas ajenas al descubrimiento y la representación. Recurrir a la metáfora, y por ende al lenguaje figurado, persigue el objetivo de subvertir "las pretensiones de verdad de los lenguajes disciplinados y sus efectos hegemónicos y totalitarios, basado en una pretendida literalidad del lenguaje y una transparencia y racionalidad del saber, e instala el más modesto, localizado y parcial ejercicio del pensar" (ROMÁN BRUGNOLI 2007, §9). [13]
La relación entre un texto y la realidad en la investigación social, es una de naturaleza problemática (PUJOL 1999). Dada la predominancia de perspectivas como la discursiva, la retórica, y la Metodología Q por nombrar algunas, entendemos la centralidad que tiene el lenguaje en las ciencias sociales, y por ende la relevancia que tiene esta relación problemática. La pregunta sobre el cómo accedemos a la realidad por medio del texto, se convierte en una pregunta respecto al cómo accede el investigador o la investigadora a los significados del texto (ibid.). Siguiendo la perspectiva de GADAMER (1975), las posibles lecturas de un texto no se deben a lo que es compartido entre la persona lectora y el texto, en tanto el sujeto lector no puede escapar a las limitaciones impuestas por su estar en el mundo. Lo que hay es una distancia insalvable entre el lector o la lectora y texto. Sin embargo es precisamente esa distancia, marcada por la inescapable posición que la persona lectora ocupa, es la que permite la interpretación (PUJOL 1999). Esto sucede en la medida que una comprensión interpretativa del texto comienza desde los prejuicios y preconcepciones de la persona lectora. Como hemos expresado anteriormente en PUJOL:
"Interpretation emerges from the inevitable distance between traditions. Instead of the assimilation of one tradition by another, hermeneutics suggests interpretation as a process of exploration and recognition of the space between perspectives. One of the methodological implications of such assumptions is the impossibility of uncovering 'the author' or 'the reality' behind a text. Therefore, interpretation is not about 'uncovering what is behind' but 'constructing it' through the interaction between text and reader" (p.89). [14]
De esta forma pasamos de la metáfora del descubrimiento o develamiento, a la metáfora de la construcción, entendida como la construcción de significados entre dos o más partes. [15]
A menudo la ciencia recurre a metáforas lumínicas para dar a conocer sus misiones y objetivos. Narrativas como la alegoría de la caverna de Platón o la influencia que ha tenido sobre el desarrollo occidental el proyecto de la Ilustración, han poblado el metalenguaje científico de nociones relativas a reflejar, aclarar y transparentar nuestros "objetos de investigación" (HARAWAY 1999). Si consideramos los siguientes aspectos: primero, que gran parte de los estudios cualitativos en ciencias sociales – como el que hemos desarrollado para este artículo – se han dedicado a investigar al sujeto, convirtiéndose en un "objeto de estudio" recurrente. Segundo, el rol central que el lenguaje ha tomado en las ciencias sociales para el estudio del sujeto, es válido preguntarse ¿podemos iluminar al sujeto? Donna HARAWAY propone que la única iluminación posible es la difracción. Ésta, a diferencia de lo refractario, no supone la devolución de una imagen idéntica y fiel al objeto. Tampoco implica una forma de transparencia donde los objetos son atravesados por la luz. La difracción es la desviación de un rayo luminoso al tocar un cuerpo opaco, así lo que vemos no es el reflejo idéntico del objeto, sino el efecto de la acción difractaria del cuerpo opaco. En palabras de HARAWAY:
"La difracción no produce un desplazamiento de 'lo mismo', como sí hacen la reflexión y la refracción. La difracción es una cartografía de la interferencia, no de la réplica, el reflejo o la reproducción. Un modelo difractado no indica dónde aparecen las diferencias, sino dónde aparecen los efectos de la diferencia" (p.126). [16]
Si los dos aspectos considerados previamente – el sujeto como "objeto de estudio" significativo en las ciencias sociales y el lenguaje como vía privilegiada para conocerlo – son articulados con la metáfora de la difracción, estamos trabajando bajo al menos dos supuestos: que ni el sujeto ni el lenguaje son transparentes ni refractarios, sino cuerpos opacos. El sujeto que emerge desde esta metáfora acá es uno al que no es posible acceder directamente, siempre está mediado por algo más, en este caso el lenguaje. Pero este sujeto es también productor del lenguaje, en la medida que es un sistema sociocultural complejo que opera en muchos y diferentes niveles (DAY SCLATER 2003). Así, una narrativa – como una producción de lenguaje – permite la entrada del sujeto al sistema poniendo en juego una serie de procesos y significados, al mismo tiempo el propio sujeto es capaz de decodificar y recodificar éstos, alterando su significado anterior (PARKER 2003). De esta forma, lo que vemos cuando miramos hacia el sujeto y el lenguaje no es un reflejo ni de su mundo interior ni de su mundo exterior, sino un desplazamiento o reconfiguración de la articulación de ambos mundos, proceso que ocurre en el sujeto mismo como el lugar que corporeiza ese proceso (DAY SCLATER 2003). [17]
3. Metodología: aproximándonos narrativamente a las narrativas
3.1 Narrativas como prácticas de escritura compartida
Nuestro trabajo consistió en la entrevista y posterior análisis de las narrativas de seis académicos/as e investigadores/as que hubiesen tenido experiencias con investigación narrativa. Buscamos a participantes que pertenecieran a diferentes disciplinas, como una forma de considerar los aspectos interdisciplinarios que son constitutivos del giro narrativo. En este contexto, participaron académicos/as del campo del derecho, filología, estudios culturales, sociología y psicología. Al mismo tiempo una base interdisciplinaria de participantes nos permitió también evitar enfocarnos sobre problemas de investigación recurrentes de ciertas disciplinas, pudiendo mirar así experiencias de investigación narrativas sobre diferentes temas de investigación. Nuestra intención, al contar con una diversidad de posiciones tanto en usos, experiencias, temas de investigación y disciplinas, es evitar homogeneizar o naturalizar las experiencias narrativas de investigación. De esta forma se contó con las narrativas de las siguientes participantes2):
Sara, Doctora en filología y profesora titular del Departamento de Filología Inglesa,
Diego, abogado y Doctor en filología,
Julián, Doctor en sociología,
José, Doctor en sociología,
Nagore, psicóloga y Máster de investigación en psicología social,
Ana María, psicóloga y Magíster en psicología comunitaria. [18]
Para esta investigación hemos buscado métodos de recolección y de análisis de datos que, dentro de lo narrativo, sean coherentes con la perspectiva que hemos planteado. En este contexto, nuestras técnicas de investigación se han basado en la entrevista narrativa de JOVCHELOVITCH y BAUER (2005) y las producciones narrativas de BALASCH y MONTENEGRO (2003). Ambas propuestas parten desde lugares similares, proponiendo el uso de entrevistas no estructuradas como una forma que desde la exploración permite motivar a los participantes a producir pequeños relatos, más que a responder preguntas. Las entrevistas no estructuradas son ideales para explorar las experiencias de los y las participantes, especialmente cuando se pretende entrevistar a un número bajo de personas por un tiempo relativamente extendido (ROGAN & DE KOCK 2005). Nuestra técnica ha consistido en la realización de una primera entrevista, cuyo audio en vez de ser transcrito de forma literal es convertido en una narrativa por parte del equipo investigador, usando nuestros recursos lingüísticos (BALASCH & MONTENEGRO 2003). Esta primera narrativa se ha hecho llegar a los y las participantes, quienes tienen la oportunidad de corregir y editar el texto, para ampliar o re-enfocar su visión del fenómeno, devolviendo la narrativa al equipo investigador, quienes a su vez vuelven a textualizar o introducir nuevas preguntas si es necesario, transformándose la producción de esta narrativa en un proceso de co-escritura. Este proceso se lleva a cabo cuantas veces sea necesario, hasta llegar a una "finalización del bucle" (p.45), donde las personas participantes aceptan que la narrativa expresa su posición frente al fenómeno, y las personas investigadoras también han levantado información contingente al problema de investigación (ibid.). [19]
Esta práctica de escritura compartida tiene algunos objetivos concretos: en primer lugar pretende evitar la recogida de información con los participantes como un mero levantamiento de registros discursivos. La textualización de la entrevista para transformarla en una narrativa implica ya un primer nivel de análisis, en la medida que la entrevista no estructurada tiene como efecto la emergencia de abundantes pequeñas historias anecdóticas en torno al tema (ROGAN & DE KOCK 2005), y que en la textualización son reconfiguradas en función de un relato mayor. Al mismo tiempo también se busca evitar formas de entrevistas que utilicen a las personas participantes sólo como fuentes de información, y que aparezcan como limitantes, sin profundidad y carentes de reflexión (CHAMBERLAIN 2012). En segundo lugar, las prácticas de escritura compartida en la producción de narrativas proveen una alternativa a la dicotomía realismo-relativismo. Para HARAWAY (1991) el relativismo no logra ser una alternativa al realismo/objetivismo: mientras que en el realismo el conocimiento no proviene de ningún lado debido a la marginación del sujeto en el paradigma positivista, en las perspectivas relativistas el conocimiento pareciera provenir de todos lados, impidiendo así conocer los contextos donde el conocimiento emerge. Son miradas que vienen desde ningún lado o desde todos los lados al mismo tiempo. De esta forma "la alternativa al relativismo son los conocimientos parciales, localizables y críticos, que admiten la posibilidad de conexiones llamadas solidaridad en la política y conversaciones compartidas en la epistemología" (p.39). La propuesta de BALASCH y MONTENEGRO (2003) se desprende de esta concepción del conocimiento para proveer una alternativa al entrampamiento que produce la discusión objetivismo-relativismo, mediante el uso prácticas de escritura compartida, donde "el conocimiento se producirá mediante la conexión parcial, localizable y encarnada con otras posiciones" (p.45). [20]
Nuestras entrevistas, dado su carácter no estructurado, no fueron llevadas a cabo por medio de una pauta de preguntas, sino en torno a ejes cuyo objetivo es poner un campo temático en la entrevista sin llegar a dirigirla (JOVCHELOVITCH & BAUER 2005). Nuestros ejes abordaron: 1. recorrido biográfico de los y las participantes para llegar a trabajar con narrativas y relatos, 2. sus experiencias con el uso de metodologías y técnicas narrativas (incorporando aspectos tales como posiciones epistemológicas asumidas, diversidad de metodologías y técnicas, problemas de investigación abordados, etc.), 3. caracterizaciones sobre sus respectivos procesos (posibilidades y dificultades, papeles asumidos por investigadoras y participantes), 4. potencialidades y limitaciones de la investigación narrativa y finalmente 5. efectos de las metodologías narrativas sobre la construcción de conocimiento. [21]
3.2 Del análisis de narrativas al análisis narrativo
Consideramos que un primer nivel de análisis, como hemos expuesto, ha sido la textualización de las entrevistas, en tanto la construcción de las narrativas supone un primer nivel de trabajo sobre ellas, donde se seleccionan y reconfiguran sus contenidos, en función del ensamblaje que se produce entre los relatos de los/las participantes y los objetivos de la entrevista. Asimismo, el trabajo con la narrativa entre participante e investigador/a implica también un proceso de análisis respecto a las formas y contenidos que se encuentran en el texto. [22]
Cada narrativa es un caso individual que se construye al mismo tiempo que se analiza. De ahí que no existe un análisis a posteriori de las narrativas, se trabaja desde ellas y no sobre ellas (MARTÍNEZ-GUZMÁN & MONTENEGRO 2010). La narrativa, como caso individual, es llevada a un segundo nivel de análisis, en donde hemos abierto estos casos individuales al diálogo entre sí, reflexionamos sobre éstos desde nuestra posición mediante la producción de nuevas narrativas que dan cuenta de los efectos de estos procesos. Estas discusiones se dan en un segundo nivel de análisis, que también toma forma narrativa. El análisis narrativo puede darse desde tres lugares (BAMBERG 2012): En primer lugar, es posible hacer un análisis lingüístico-estructural, donde se observa como dos o más eventos son unidos entre sí mediante una organización temporal. La segunda opción es hacer un análisis de la estructura cognitiva tras el texto narrativo, donde los eventos pasan a ser acciones, y éstas se organizan en virtud de tramas y esquemas que son posibilitados por el/la narrador/a. En este caso el análisis es más conceptual que lingüístico. La tercera posibilidad es hacer un análisis interactivo-performativo, donde se pone el foco del análisis en la narrativa como actividad, respondiendo a la pregunta ¿por qué aparece esto aquí y ahora? Aunque nuestra investigación se inclina por un análisis de este tipo en tanto que, con un fuerte enfoque sobre la experiencia de los/las investigadores/as, explora a la vez que difracta prácticas de investigación narrativa en un contexto académico, restringir el análisis a una tercera forma sería ignorar los aspectos semánticos y cognitivos, y por ende la complejidad de una narrativa. Más allá del método de análisis narrativo escogido, si hemos producido nuestros datos de una forma narrativa debemos reconocer el papel que esas narrativas cumplen como un esquema organizador que opera por medio de un intercambio lingüístico. Si un análisis narrativo performativo desea responder a la pregunta ¿qué hace esta narrativa aquí y ahora? (ibid.), debemos – en alguna medida – incorporar en éste las dimensiones semánticas y cognitivas que se encuentran en la producción de una narrativa. [23]
Debemos considerar que nuestro análisis está sostenido en una posición epistemológica donde el conocimiento emerge producto de conexiones parciales y localizadas (HARAWAY 1988), tanto en una dimensión social como también subjetiva, así nuestro trabajo supone la utilización de métodos de investigación, como las producciones narrativas, que asumen el trabajo y el desarrollo de textos de campo no como una recogida de datos, sino como un práctica de producción co-participativa entre investigador/a y participante. Dada la dinámica de co-escritura propia inherente a las producciones narrativas, el trabajo de lectura y edición del texto se establece como un primer nivel de análisis narrativo. Nuestro trabajo como personas investigadoras en este punto ha sido que, a partir de los relatos presentes en esas narrativas, producir narrativas secundarias que permitan la emergencia del diálogo, la discusión respecto a la diversidad de perspectivas y matices que envuelven nuestro fenómeno de estudio. Por lo tanto en este artículo presentamos nuestro análisis como dos narrativas de segundo nivel, una primera respecto a temas teóricos, metodológicos y técnicos del uso de narrativas en la investigación, y la segunda respecto al carácter ético-político de esta perspectiva y sus implicaciones en las experiencias de las y los participantes. Hemos intentado favorecer un enfoque reflexivo como forma de abordar dos aspectos fundamentales en nuestro proceso de investigación. En primer lugar, tensionar el posicionamiento subjetivo que como investigadores/as ponemos en juego: reconocer nuestros supuestos, nuestras agendas de investigación y la asunción de determinados metalenguajes, son algunos de los problemas que se sustentan en la sujeción a la que estamos afectados por nuestros temas de estudio como investigadores/as de lo psicológico y lo social (GOUGH & MADILL 2012). En segundo lugar está el problema del poder y el control que ejercemos como investigadores/as en el proceso. Un enfoque no reflexivo niega la influencia del/a investigador/a tanto sobre el proceso como en la relación con los participantes (KAUFMAN 2013). En este sentido, tanto PARKER (2003) como KAUFMAN (2013) coinciden en que las prácticas narrativas de investigación pueden proveernos de un espacio de pensamiento crítico y de auto-reflexión. Sin embargo lo narrativo se debe plantear como una estrategia para contextualizar las relaciones que como investigadores/as sostenemos con nuestro fenómeno, el proceso de investigación y con nuestros/as participantes (GOUGH & MADILL 2012). Posteriormente proponemos algunas consideraciones metodológicas respecto al uso de lo narrativo en la investigación, realizadas a partir de la posición epistemológica que hemos asumido, de las narrativas que hemos co-escrito con los y las participantes y del posterior análisis que hemos hecho de los texos. [24]
4. Desgranando las narrativas de las producciones narrativas
4.1 Reflexiones sobre las narrativas y sus implicaciones metodológicas
La revisión de los materiales bibliográficos muestran la diversidad que existe al interior de las metodologías narrativas (CABRUJA et al. 2000) y, en general para las metodologías cualitativas, su bajo nivel de prescripción (CHAMBERLAIN 2012). Si bien consideramos que esta diversidad es una potencialidad de los métodos narrativos, la práctica concreta queda sujeta en gran medida a los principios teórico-metodológicos a los que se adscriben las personas investigadoras, haciéndose mucho más explícito el impacto de sus posiciones subjetivas y epistemológicas. En este sentido, y de forma más o menos explícita, en las diferentes narrativas de las participantes hay una primera diferencia que salta fácilmente a la vista, y ésta es la construcción de los campos narrativos de investigación delimitados por BAMBERG (2012) y ROGAN y DE KOCK (2005), donde podemos distinguir entre la narrativa como metodología y el conjunto de metodologías y métodos narrativos. En ellos la definición está básicamente puesta entre el tipo de material que se produce en una investigación y la forma en que este es tratado posteriormente. Para José esta diferencia es clara, aunque no exclusiva, donde el contexto de investigación lo ha llevado a instalar "dobles codificaciones" como él lo llama, para articular ambas formas de investigación. Al respecto relata:
"El análisis narrativo es una forma de analizar el material que tenemos, se caracteriza por el tipo de lectura del material más que por el material que tenemos. Con esa definición yo te diría que mi análisis en la tesis no era estrictamente narrativo, sino que tenía un componente narrativo y también un componente de análisis de contenidos, porque en realidad me interesaba por un lado como se construía la biografía de formación e inserción laboral, pero intentaba identificar cuáles eran los puntos que habían marcado esa biografía" (José). [25]
Lo que hace esta diferenciación es tensionar la relación entre la recogida de datos y el análisis de éstos. La narrativa, tanto como metodología de investigación como conjunto de técnicas y métodos, ofrece estas dos posibilidades. Para Julián la narrativa se vincula con la búsqueda de trayectorias, una narrativa es por un lado amplia, en tanto tiene la capacidad de abordar temas diversos y de incorporar diferentes variables que se ponen en juego, así como también son textos densos, muy ricos a nivel discursivo. Respecto a sus experiencias de investigación Julián primero relata que él ha trabajado con narrativas como técnicas de investigación, mediante la práctica de entrevistas biográficas, pero que posteriormente los materiales han sido tratados en forma distinta. Por un lado la densidad de la narrativa biográfica le ha permitido trabajar desde perspectivas más discursivas, y por otro lado ha permitido la identificación de trayectorias y procesos. Como ejemplo, Julián sitúa estas experiencias en un proyecto sobre desistimiento de la delincuencia en hombres privados de libertad. Sobre el uso de entrevistas narrativo-biográficas, Julián comenta:
"Estas entrevistas tenían un doble objetivo, por una parte nos interesaban por su vertiente más referencial para identificar cual había sido su trayectoria, y luego en un sentido más discursivo queríamos identificar cómo interpretaban y cómo reconstruían su trayectoria" (Julián). [26]
José y Julián puntúan esa distinción entre el recoger datos y analizarlos, enfatizando que en su análisis lo que se pone en juego son una serie de decisiones personales, ya sea de una persona investigadora en concreto o de un equipo de investigación. Esta distinción repite la fractura entre lo público y lo privado. Producir datos se convierte en una práctica para una investigación en vez de ser una práctica de investigación. La narrativa pasa de un espacio público (la realización de una entrevista, la práctica de escritura u otras formas narrativas) a una suerte de laboratorio donde la narrativa pasa a ser analizada por un/a investigador/a en un contexto donde los métodos de análisis obedecen a decisiones e intereses que provienen desde una esfera privada. Así es necesario tomar en cuenta que un análisis, ya sea narrativo o sobre narrativas, puede convertirse en una forma de dominación. Para Diego tanto la entrevista narrativa como también su forma escrita y posterior análisis se pueden convertir fácilmente en formas de dominación y colonización de la otra persona participante. En este sentido, Diego hace un paralelo entre las prácticas de investigación y la historia de la colonización española en Latinoamérica, donde la entrevista y la escritura son los mecanismos que validan la conquista y el genocidio indígena, y que son mecanismos coloniales que él mismo ha visto y reconocido que se han repetido en su trabajo, donde aborda – precisamente – tensiones respecto a la dominación y la resistencia de determinados colectivos lésbicos, gay, bisexuales y transexuales (LGBT) en Los Andes. Él narra una parte de su trabajo de tesis doctoral, donde intenta rescatar narrativas queer y post-coloniales de la zona de Los Andes. En su narrativa Diego relata un momento de intimidad con una participante que termina por quebrarse a partir de una pregunta que trae un momento complejo de su infancia. Al respecto Diego reflexiona:
"Yo publiqué esa entrevista en una revista que se llama Lectora. Fue una transcripción que salió bien, pero que a mí me dejó con una cosa, con un vacío, porque justamente me di cuenta que todo lo que tengo, no solamente mi investigación como trabajo doctoral, sino también mi investigación en tanto trabajo ético estaba resquebrajado ahí. De cierto modo estaba analizando esto que se llama literatura y no podía evidenciar como esta persona que escribe en otro idioma, que quiere enunciar una subjetividad, habla. (...) En este caso yo motivé que esta mujer se resquebraje, y para mí fue fantástico, yo he sacado mucho provecho académico de esta mujer al estudiarla, me duele decirlo. El hecho de que ella se haya roto frente a mí, me permitió justamente entender una serie de cuestiones que no había entendido" (Diego). [27]
Para Diego existe un fracaso en los métodos tradicionales de las ciencias sociales, narrativos o no, en el cual no se logra dar cuenta de los malestares de las personas participantes, más allá de lo que se pone en juego en un análisis. Hay una dimensión de lo no dicho, de la repetición, que no se toma en consideración.
"Te preguntas como personas como tú y como yo, a pesar de que seamos latinoamericanos, estamos metidos en occidente y cómo mi entrevista está replicando esos discursos de dolor, y cómo mi intervención hace que esta mujer se quiebre frente a mí, cómo mi interés de crear intimidad en realidad es una nueva forma de colonización de esta persona. Eso a mí me mató, y ahí me di cuenta que para ciertas narraciones es necesario hacer algo diferente al análisis del discurso, no es un detallamiento por parte del autor, sino que un acercamiento empático a estas personas" (Diego). [28]
La producción de una narrativa en el contexto de la investigación social no debe apuntar únicamente hacia el contenido de ésta. Como bien plantea José, la narrativa busca trascender el contenido. Para él hay un hecho que se construye discursivamente, lo que BAL (1985) define como la historia en una narrativa, pero la narrativa trasciende ese hecho y busca localizar las trayectorias vitales respecto a un fenómeno determinado. En algún sentido la narrativa busca hacer preguntas teóricas frente a la experiencia de un sujeto, ya sea individual o colectivo. En el caso de Ana María, ella utiliza metodologías narrativas por medio de prácticas de co-escritura, precisamente con ese sentido. Para ella "la idea es que la narrativa también permita la emergencia de otras formas u otras teorías que puedan surgir a propósito de la experiencia de estos sujetos que están más cerca (del problema de investigación)" (Ana María). La producción de narrativas co-participativas intentan superar la dicotomía recogida-análisis en torno al dato. Por mucho que se intente incorporar o comprender los efectos que la persona investigadora puede tener en la práctica investigativa, lo cierto es que desde esa perspectiva aún perseveran las divisiones tradicionales donde no se está realmente dentro de la investigación, sino que como sujeto estamos fuera del fenómeno, y éste solo está influido por nuestra práctica. El dispositivo metodológico que montamos hace surgir determinados aspectos del fenómeno, de allí que solo tenemos una visión parcial de nuestro problema. Lo que emerge en una determinada entrevista no es un fenómeno del tipo asociación libre, sino que está mediada por el dispositivo metodológico que privilegia la emergencia de determinadas temáticas. Luego el análisis de ésta se hace bajo los mismos criterios que el sujeto investigador ha producido, apareciendo así determinados elementos y no otros. La producción y análisis de datos no son prácticas neutras sino intencionadas, por eso Ana María insiste en la utilización de prácticas de escritura compartida en la producción de narrativas, en tanto así dejamos de concebir la interferencia del investigador en el fenómeno, sino que se asume la colaboración como práctica fundamental del conocimiento, en virtud de los objetivos y agenda de la investigadora. Ana María comenta "mi idea (por medio del uso de narrativas co-escritas) es efectivamente generar condiciones para que se abran otras posibilidades de mirar este tema (su objeto de investigación)". [29]
Asoma la pregunta respecto al porqué utilizar narrativas ¿Qué oportunidades presenta? ¿Qué tipo de conocimiento producimos? ¿Qué es lo radicalmente diferente (o no) en ellas? Primero es necesario volver a la diferenciación entre la narrativa como herramienta y la narrativa como método. Mientras en la primera se asume la metáfora de la caja de herramientas, donde lo narrativo es una opción técnica y que puede sostenerse desde diferentes concepciones del sujeto y de lo social, la segunda asume la forma de perspectiva, donde el sujeto y lo social están en un constante intercambio narrativo en el cual se confiere significado a la realidad (BAMBERG 2012). En este sentido es la segunda posibilidad – la narrativa como método – la que permite la producción de un conocimiento diferente. Nos parece importante comenzar a hablar, o diferenciar, la investigación narrativa no como las prácticas investigativas que utilicen métodos narrativos como la entrevista biográfica o las producciones narrativas, sino como aquellas que se desarrollen narrativamente, vale decir que su preocupación sea el rescate de la experiencia psíquica y material del sujeto, y la producción de los significados de ésta por medio de una forma narrativa. O sea, que aunque las historias entre dos sujetos puedan coincidir o ser similares, el significado – y la consecuente teorización del problema – se juega en la articulación con el relato o la narrativización de aquello dicho, pero que también muestra aquello que está ausente. Para Diego esto ocurre en un registro similar al de la literatura donde "hay una historia que se ve y otra que se oculta" (Diego). Para él una narrativa es un texto que se constituye como una construcción ideológica, y que son aceptados o rechazados, hegemónicos o marginales, es porque se ajustan o no a "una gramática que acoge todo este sistema de poder" (Diego). La narrativa permite performar una investigación psicológica y social distinta porque más allá de su posición hegemónica o marginal, siempre tiene el potencial de movilizar algo más allá de la producción del dato. Al respecto Nagore relata que su predilección por hacer narrativas junto a las personas participantes es porque éstas "permiten devolver algo a gente asociada al fenómeno o a personas que no estén especializadas en éste, y eso a mí me parece interesante para mover ese texto, más allá de la investigación". Diego complementa esa idea con su aporte a la noción del trabajo de la persona investigadora desde una perspectiva narrativa. Al respecto relata:
"Susan Sontag decía en un libro que se llama Ante el dolor de los demás que una imagen puede servir para todo, y que de hecho la misma imagen ha servido para movilizar a palestinos contra israelíes, y a israelíes contra palestinos. Da igual que sea un niño muerto, políticamente se utiliza para generar algo. Esto de las narrativas de las migraciones3) es un posicionamiento teórico y estratégico, porque lo que decía Sontag es que dependiendo de lo que pongas debajo del margen, tu vas a movilizar a algo y a alguien". [30]
En este sentido la narrativa tiene una transitividad, entendiendo este concepto como la capacidad de transmitir algo que va en la dimensión de lo no dicho, que trasciende lo meramente discursivo, logrando instalar algo en el discurso pero a partir de lo que sucede en la dimensión de la imagen y de lo material (LACAN 1971). Para Margot PUJAL I LLOMBART (2003) este aspecto es fundamental, en tanto que la construcción discursiva, si bien ha tenido un papel político importante al permitirnos imaginar otras realidades, también ha tenido efectos depolitizadores en tanto muchas veces "ha construido de una forma falaz y fantasiosa las posibilidades del cambio, y con ello ha generado, de fondo y de manera no intencional, cierta parálisis política" (p.132). Urge reconectar el discurso con otras formas de acción, y en este sentido el carácter de la transitividad en una narrativa, en conjunto con el trabajo "a pie de página" que propone Diego, permiten pensar en otras formas de investigar narrativamente, donde por ejemplo una narrativa, desde una perspectiva crítica y comprometida políticamente, permita poner el malestar por delante, tanto el que experimentan las personas participantes, como uno "por producir" en quien las lee. En algún sentido es un llamado a los/las investigadores/as a co-producir narrativas del malestar que aparece en diferentes problemáticas sociales ligadas a la marginalización, a la ausencia de democracia, entre otras injusticias e inequidades sociales. Narrativas que logren ser provocadoras y sean capaces de transitivar ese malestar, no solo de lo discursivo, sino también desde la dimensión de lo no dicho, de lo material y de otras formas de acción. [31]
4.2 Investigación narrativa y acción política
"When I was nine years old Star Trek came on, and I looked at it and I went screaming through the house, 'Come here, mum, everybody, come quick, come quick – there's a black lady on television and she ain't no maid!' I knew right then and there I could be anything I wanted to be" (Whoopi GOLDBERG, citada por Nichelle NICHOLLS [2001] en una entrevista a la BBC).
El apartado anterior nos permite pensar una vinculación entre la acción política y la investigación narrativa, desde la metáfora de la narrativa como método. En la sección que desarrollaremos ahora, nuestro objetivo es proponer algunas vías posibles de la investigación narrativa como la producción de un conocimiento que funciona como acción política. [32]
La referencia de Whoopi GOLDBERG con que hemos iniciado esta sección pertenece a una entrevista donde la actriz trae un recuerdo de infancia. GOLDBERG nació en 1955 y lo hizo en un momento histórico de Estados Unidos donde los roles televisivos para personas no-blancas – y particularmente para la gente negra – eran limitados, y los pocos papeles existentes se limitaban a representaciones de labores domésticas o marginales (NICHOLLS 2001). En este sentido la presencia de la Teniente Uhura en el puente de mando del USS Enterprise de la serie de ciencia ficción Star Trek, – interpretada por la actriz negra Nichelle NICHOLLS – era toda una novedad en ese contexto social, y en ningún caso es coincidencia que esto ocurriera en una serie de ciencia ficción y no en otras. Para Sara, el estudio de narrativas puede convertirse en un laboratorio que permita pensar alternativas de representación, y la ciencia ficción es precisamente un ejemplo de esto. Para ella las narrativas de la ciencia ficción muchas veces se convierten en narrativas post-género o post-raciales, en la medida que son textos donde se producen realidades alternativas. Para ella la narrativa que se produce desde la ciencia ficción:
"(...) es la literatura más auténticamente post-feminista que hay ahora mismo. No necesariamente por convencimiento de los autores, sino porque hay unos mínimos feministas e igualitarios que tienen que ver con ciertos derechos mínimos de las mujeres, y cuando tú te planteas una sociedad futura, pues esos mínimos tienen que estar" (Sara). [33]
Al respecto Sara también comenta que "como feminista me doy cuenta que es muy importante oír las narraciones vitales de otras mujeres, y de hecho una de las penas que tengo es que la literatura se queda corta". ¿Es este también un problema de las ciencias sociales, de la psicología o de la sociología por ejemplo? ¿Llegan los relatos de grupos no hegemónicos a convertirse en narrativas con voz propia? "La preocupación como investigadora literaria es que faltan muchas narraciones, y que las que contamos siempre son las mismas" (Sara). [34]
Este laboratorio de alternativas de representación no es una forma de representar que hable por un sujeto o un colectivo de sujetos, sino que es una representación que funciona como una condición de posibilidad de identificación. Por ejemplo, en el caso de Sara hay una preocupación por los modelos sociales que se ofrecen a las mujeres por medio de las narrativas tradicionales que salen del campo de la literatura, y que es muy distinto del que se le ofrece a los hombres. Al respecto señala:
"El modelo narrativo que se le vende a los hombres no está centrado en la vida privada, evidentemente para ser un hombre completo se supone que también tienes una vida privada feliz, que tienes tu mujer, tu familia, lo que sea. Pero a las mujeres se nos vende el modelo limitado que es primero el modelo privado y el modelo público es como secundario. Entonces, ¿dónde encuentras esas otras mujeres que no están constantemente pensando en su vida privada?" (Sara) [35]
Ésta última pregunta es fundamental, porque no solo es una pregunta sobre la discriminación de las mujeres en base a un modelo narrativo cultural, sino que es también una pregunta por las limitaciones que instalan las narrativas que emergen de lógicas socioculturales hegemónicas. La producción de narrativas que logren mostrar subjetividades y formas de vida alternativas es importante en la medida que permite ofrecer otros modelos de identificación. Si la representación que se ofrece en las narrativas tradicionales respecto al género u otras categorías tienen una función normativa, el conocimiento de "las otras narrativas" permite desdibujar los límites de esa norma en forma narrativa, desde narrativas que provengan de los mismos sujetos, narrativas que no sean únicamente confesionales sino también espacios de reflexión sobre la propia experiencia. [36]
Esta idea no solo opera a nivel individual o a nivel del sujeto, desde determinadas posiciones epistemológicas las narrativas pueden convertirse en elementos desestabilizadores de relatos y narraciones para grupos o colectivos. Ana María – respecto a su investigación sobre la comprensión actual de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) en Chile – propone lo siguiente:
"Allí4) hay un paradigma crítico que cuestiona ese realismo ontológico que está a la base de toda esta lógica, y me permite favorecer espacios de producciones de otros relatos, que tienen la misma validez que ese que se ha posicionado hegemónicamente". [37]
Este posicionamiento epistemológico exige empujar los límites de la investigación tradicional, de alguna forma volver a la demanda de romper con esa dicotomía del dato que se recoge y se analiza. Nagore plantea esta necesidad al decir sobre una investigación respecto al trabajo asalariado y la precariedad que "no buscaba analizar los discursos existentes – mayoritarios, por cierto – sino generar discursos alternativos sobre el trabajo y darles visibilidad" (Nagore). La pregunta fundamental es el cómo hacerlo en una forma que tenga impacto. [38]
Hay ciertas condiciones comerciales, sociales, culturales, etc. que facilitan y se benefician de la emergencia de ciertas narrativas, como lo muestra Sara en la viñeta anterior donde se habla del modelo narrativo que se ofrece a hombres y mujeres. Producir narrativas vitales alternativas es otra forma de praxis en la investigación. LATHER (1986) pensaba en una primera forma de praxis que ocurría en el intercambio lingüístico entre persona investigadora y persona participante, y que tenía efectos sobre la comprensión de ambas partes respecto a un determinado fenómeno. Sin embargo, si en este proceso logramos escribir narrativas que sean capaces de producir subjetividades alternativas, a partir de las voces de las participantes, hay un efecto político vinculado al reconocimiento de alteridades. Es una práctica que no trata de "dar voz", sino que su objetivo es producir conocimiento a partir de "las otras voces". Para ello es necesario transparentar la agenda de investigación que nos lleva a performar semejantes prácticas, y hacerlo no solo en una cuenta autoconfesional o circunstancial. Tiene que ver con posiciones políticas asumidas que permitan desarrollar prácticas participativas, donde se comprenda a la persona participante como un sujeto activo de la investigación. Ana María construye esta posición de la siguiente manera:
"Las perspectivas de las epistemologías feministas sintonizan desde allí (la interrogación a perspectivas de investigación tradicionales) con esta búsqueda, y particularmente con el tema de los conocimientos situados de Donna Haraway, que a su vez me llevaban al lugar de mi investigación desde el reconocimiento de nuestros propios posicionamientos como investigadoras y de la posibilidad de ver al otro como un agente que construye posiciones en torno a un fenómeno determinado, que tiene que ver con sus propias experiencias, con su historia y con su posición en torno al tema" (Ana María). [39]
Esto pone de manifiesto la idea de colaboración como se hace en determinadas prácticas narrativas que fomentan la reciprocidad y la co-participación. Nagore comenta al respecto que:
"Un aspecto de la metodología de producciones narrativas que me resulta interesante es que rompe con la lógica de analizar el material empírico sobre las minorías, asumiendo una superioridad epistemológica. Al contrario, propone producir teoría sobre los fenómenos con las personas cercanas a éstos". [40]
Hay algo en la producción de textos narrativos que es radicalmente diferente cuando se asume una verdadera colaboración como base del proceso: "hay una diferencia entre decir toma, te doy mis diarios, léelos y analízalos y opina de mi vida, y construir una historia que de cuenta de lo que pensamos sobre un tema determinado" (Nagore). Dicho esto el papel de la participante se va definiendo de forma más o menos clara, sin embargo el papel de la persona investigadora sigue siendo aún difuso. Para Sara esta pregunta, la pregunta por la persona que investiga, es una por su identidad en tanto es determinante para su práctica, emergiendo así una necesidad de narrarse también a sí misma en este papel. Las narraciones que hacemos como investigadoras cuando trabajamos con narrativas que no son las propias en un sentido biográfico tiene que ver, para Sara, con ir dando sentido a ciertas formas de vida, sin embargo en esa producción de sentido nuestra subjetividad se filtra constantemente. Para Sara estas filtraciones de subjetividad en nuestra investigación pueden y deben ser narradas: "Todo tiene una historia narrable y es tan válido preguntarse cómo se ha escrito un libro como también preguntarse cuál es el origen de algunas prácticas, como por ejemplo puede ser una tesis de la universidad". La figura de esa narrativa propia permite ir construyendo cartografías de la subjetividad, dibujando los límites entre nuestra lectura teórica e interpretativa como investigadoras, y aquellas que pertenecen a la persona participante. Sin embargo estas cartografías no deben constituirse como la construcción de fronteras entre participante e investigadora, sino que se trata de establecer costuras en las que se puedan consolidar discursos y materialidades críticas sobre los temas de estudio, por medio de la reflexión en conjunto sobre éstos. Al respecto Julián reflexiona sobre la noción de path-dependency y como ésta puede colaborar por ejemplo en las posiciones reflexivas conjuntas entre participante e investigadora. Path-dependency es una noción que Julián toma desde la ciencia política, y que él define de la siguiente manera: "¿cómo tu vida es dependiente del camino que has tomado? Si has hecho determinadas cosas que han sido producto de determinadas decisiones, pues ¿cómo esto ahora no te permite situarte en otro lugar respecto a tus decisiones del pasado?" (Julián). La reflexión sobre esta dependencia del camino trazado – traduciendo el nombre de la noción – permite en primer lugar establecer los acontecimientos materiales que el sujeto considera relevantes en la determinación de su trayectoria vital, pero al mismo tiempo permite también fabular respecto a otras condiciones de existencia respecto a su propia vida y la de otros sujetos, sentando así ciertas bases que permitan realizar una acción transformadora en el futuro. Para Diego hay una urgencia de narrar otros cuerpos y discursos que no encuentran lugar en las teorías más hegemónicas, por lo tanto la narrativa – como el lugar reflexivo que nos permite consolidar esas perspectivas críticas – puede y debe convertirse en un lugar de teorización conjunta y colaborativa. [41]
5. Relatos metodológicos: algunas conclusiones sobre el uso de narrativas en la investigación social
En un comienzo hemos planteado que pese al desarrollo y establecimiento de las metodologías narrativas de la investigación social durante los últimos treinta años, sus usos y aplicaciones han sido diversos en función de las posiciones epistemológicas y las perspectivas teóricas de quienes las utilizan. Por medio del análisis de las seis narrativas que hemos presentado en este artículo, podemos reafirmar nuestra hipótesis inicial respecto al uso diverso que las narrativas presentan en las ciencias sociales, al mismo tiempo que hemos podido construir algunos matices respecto a los efectos que la articulación entre la posición teórico-epistemológica y a la producción de una metodología narrativa en concreto. Al respecto, nos gustaría sintetizar tres puntos que consideramos fundamentales para pensar algunos usos críticos de lo narrativo para la investigación social: [42]
Primero, es necesario establecer una diferencia clara entre metodología narrativa, investigación narrativa y perspectiva narrativa. El concepto de metodología narrativa hace referencia a la teoría respecto al cómo incorporar técnicas de recogida de datos o de análisis narrativo en un proceso de investigación específico. Sin embargo, investigación narrativa refiere a una dimensión diferente, es una noción más amplia que hace referencia a las prácticas de investigación que devienen de la metáfora de la narrativa como método. En la investigación narrativa, lo narrativo no es la técnica en concreto. La investigación narrativa es la acción investigativa que deriva de la perspectiva narrativa, que a su vez hace referencia a una determinada comprensión de la realidad. La posibilidad de la creación de conocimientos transformadores que funcionen como acción política, solo es posible de pensarse desde una perspectiva narrativa, en tanto que una técnica o método de investigación no es más que el desprendimiento o el efecto técnico de tales posiciones. Por último, es necesario hacer hincapié en que no solo existe una única definición de lo que puede entenderse por perspectiva narrativa, esta puede referir – por ejemplo – a la construcción del mundo mediante diferentes narrativas que emergen en los relatos, o a un modo de pensamiento narrativo en la forma que Jerome BRUNER (1991a) lo propone. [43]
Segundo, la investigación narrativa, como el proceso de producción de conocimiento que se desprende de una perspectiva narrativa, permite construir herramientas que ofrezcan una salida a la tensión de la dicotomía recogida-análisis de datos que persevera en las formas tradicionales de investigación social. Esta dicotomía no es problemática en sí misma, sino que lo es en tanto reproduce el binarismo entre lo público y lo privado como hemos mencionado anteriormente, y a su vez este binarismo es problemático en la medida que permite la colonización de la persona investigadora ejercida sobre otras narrativas. Las prácticas de escritura compartida, posiciones cooperativas sobre la investigación o la producción de narrativas dobles – donde producimos un primera narrativa en torno al fenómeno que nos preocupa y una segunda narrativa reflexiva que funcione como una cartografía de subjetividades – son alternativas posibles que – aunque no superen completamente la dicotomía recogida-análisis de datos, si permiten pensar modelos más democratizados de investigación social. [44]
Tercero, considerando el punto anterior, las narrativas también pueden ofrecer posibilidades de crítica a los discursos hegemónicos, en la medida que ofrecen experiencias corporeizadas en formas específicas de subjetividad. Esto plantea –mediante un trabajo narrativo – la necesidad de narrar otros cuerpos y de escuchar a otros sujetos que no se encuentren inscritos en los discursos sociales dominantes. [45]
1) Paralelamente a las investigaciones referidas, en 1991 se funda el Journal of Narrative and Life History, con el objetivo de convertirse en un espacio de discusión y difusión de la investigación narrativa y su teoría. En 1998 esta revista pasaría a llamarse Narrative Inquiry, nombre con el que se edita hasta el día de hoy. <regresar>
2) Las diferentes personas participantes han elegido si desean aparecer con sus nombres o seudónimos, así como también han elegido los diferentes títulos y/o grados académicos que los y las acompañan. Esto explica la diferencia entre las formas de presentación de las distintas participantes en este artículo. <regresar>
3) Este es un proyecto de investigación en el cual Diego trabajaba al momento de la entrevista. <regresar>
4) Ana María se refiere a la metodología narrativa que ella utiliza para su investigación, que son las producciones narrativas. <regresar>
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Nicolás SCHÖNGUT GROLLMUS es doctorando en el Departamento de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, y ha desarrollado este artículo en el contexto de su investigación doctoral desarrollada en el programa. También es profesor adjunto de la Universidad Gabriela Mistral, en Santiago de Chile. Sus líneas de interés son género, sexualidades y poder, epistemologías feministas y metodologías cualitativas de investigación social.
Contacto:
Nicolás Schöngut Grollmus
Facultad de Psicología
Universidad Gabriela Mistral
Avda. Ricardo Lyon 1177
Providencia, Santiago, Chile
E-mail: nicolas.schongut@e-campus.uab.cat; nicolas.schongut@ugm.cl
Joan PUJOL TARRÉS es profesor titular del Departamento de Psicología Social, miembro del grupo "Fractalidades en Investigación Crítica" y co-coordinador del Máster de Investigación e Intervención Psicosocial de la Facultad de Psicología de la UAB. Ha trabajado como profesor en la Universidad de Huddersfield (Reino Unido) y realizado estancias de investigación en la Universidad de Reading. Su investigación desarrolla una perspectiva semiótico-material y gubernamental de los fenómenos sociales. Sus temáticas abarcan el el discurso tecnocientífico, el desarrollo tecnosocial, los actuales mecanismos disciplinares y de control, la producción de corporeidad (reproducción asistida, anorexia, transexualidad, cultura rave, masculinidad) y las identidades sexuales.
Contacto:
Joan Pujol Tarrés
Departament de Psicologia Social
Facultat de Psicologia
Universitat Autònoma de Barcelona
Edifici B, 08193 Bellaterra, Barcelona, España
E-mail: joan.pujol@uab.cat
Schöngut Grollmus, Nicolás & Pujol Tarrés, Joan (2015). Relatos metodológicos: difractando experiencias narrativas de investigación
[45 párrafos]. Forum Qualitative Sozialforschung / Forum: Qualitative Social Research, 16(2), Art. 24,
http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0114-fqs1502243.