Volumen 18, No. 3, Art. 11 – Septiembre 2017
"Rengo es el que tiene pelotas": discapacidad motriz, deporte adaptado y masculinidad hegemónica en la ciudad de Buenos Aires
Carolina Ferrante & Jimena Silva
Resumen: En este artículo se analiza el rol de la masculinidad hegemónica en el campo del deporte para personas con discapacidad motriz de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Para ello se parte de los datos recogidos en una investigación cualitativa realizada en dicha ciudad. Se trata de análisis de contenido de prensa escrita producida por los fundadores locales del deporte adaptado, 21 entrevistas en profundidad a hombres usuarios del campo y 26 entrevistas en profundidad a expertos y expertas en la materia.
Entre los principales resultados se halla que la masculinidad hegemónica posee un papel nodal en la filosofía del deporte adaptado. A través de la inculcación de un peculiar modo de comprender a la discapacidad – asociado a la categoría nativa "rengo" – se promueve una "cultura del campeón" tributaria del cuerpo capaz y de los valores asociados a este modelo de masculinidad. Se concluye indicando que si bien dicha cultura cuestiona el carácter estigmatizador de la discapacidad (la presunta incapacidad sexual, la improductividad y la dependencia) impone una ideología de la capacidad que reproduce las estructuras sociales opresivas.
Palabras clave: discapacidad; masculinidad hegemónica; deporte adaptado; ideología de la capacidad; cuerpo capaz; modelo social de la discapacidad; investigación cualitativa; entrevistas en profundidad; análisis de contenido
Índice
1. Introducción
2. Masculinidad hegemónica, discapacidad y deporte adaptado
2.1 Masculinidad hegemónica, discapacidad y estigma
2.2 El deporte adaptado, la ideología de la capacidad y la masculinidad hegemónica
3. Diseño metodológico
4. Masculinidad hegemónica en el deporte para personas con discapacidad motriz de Buenos Aires
4.1 Pensar, sentirse y ser "rengo"
4.2 "El que tiene pelotas, es rengo"
4.3 "Lo importante es no ser rengo de la cabeza"
5. Conclusiones
Los cuerpos, "más allá de su dimensión biológica", son un "espacio de poder en donde las decisiones sobre los mismos suponen afirmaciones y negaciones con implicancias individuales y sociales" y, en virtud de ello, "constituyen el primer territorio potencial de ejercicio de ciudadanía" (MATAMALA 2001, p.56). Es por esto que es posible, siguiendo a la autora, hablar de una ciudadanía corporal en donde el cuerpo, sus emociones y experiencias devengan territorio de disputa simbólica de modos de dominación y de conquista de derechos. [1]
En relación a la ciudadanía corporal, es sabido que en las sociedades occidentales la portación de aquello biomédicamente llamado "discapacidad" se caracteriza por constituir un estigma físico, que, en tanto atributo descalificador, pone en cuestión la humanidad de su portador o portadora (GOFFMAN 2001 [1963]). Esta estigmatización implica un proceso de imputación de una identidad devaluada que suspende las expectativas normativas generales y que, prácticamente, se traduce en marginación, aislamiento social y opresión (BARNES 2009; GOFFMAN 2001 [1963]), llevando a experimentar una ciudadanía de segunda categoría, en base a las características de los cuerpos. [2]
Las expectativas normativas de género en sociedades con modelos jerárquicos, androcentrados, que prestigian la productividad y la eficiencia corporal, como Argentina, no son excepción a este proceso. En el caso de los hombres con discapacidad, esto implica un cuestionamiento a la posibilidad de responder a las exigencias de procrear, proveer y proteger asociadas a la masculinidad hegemónica (GILMORE 1994). De acuerdo a Robert F. MURPHY esto se observa paradigmáticamente en el caso de la discapacidad motriz:
"La discapacidad física constituye una emasculación que va mucho más allá de la naturaleza. Para el hombre, el debilitamiento y la atrofia del cuerpo amenazan todos los valores culturales de la masculinidad: la fuerza, la actividad, la velocidad, la virilidad, la resistencia, y la fortaleza de ánimo" (1990 [1987], pp.94-95). [3]
Esta situación hace que para todo hombre con discapacidad la masculinidad devenga un dilema de género a resolver (GERSCHICK & MILLER 1995; SHAKESPEARE 1998; SHUTTLEWORTH 2004; TAGAKI 2015). El deporte adaptado, es decir, el deporte para personas con discapacidad, a través de su propuesta del cultivo de las capacidades atléticas, se plantea como una salida a esa disyuntiva para muchos hombres, buscando acomodarse a las disposiciones exigidas por la masculinidad hegemónica (MURPHY 1990 [1987]). Y esto no es un hecho casual, ya que en el surgimiento de este tipo de deporte, el problema de la masculinidad hegemónica "negada" tuvo un rol central. El mismo nace en 1944, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, cuando el médico Ludwig GUTTMANN observa los efectos positivos que poseía la práctica del actividades deportivas en silla de ruedas en la autoestima de veteranos de guerra que realizaban su rehabilitación en el Centro de Lesionados Medulares de Stoke Mandeville, Reino Unido, tras haberse discapacitado en el campo de batalla. A partir de entonces, se comienzan a desarrollar distintos tipos de deportes para personas con discapacidad motriz, como pilar de lo que dentro de la filosofía de la rehabilitación moderna se llamaría la "rehabilitación social" (FERRANTE 2014a, p.432; VANLANDEWIJCK & THOMPSON 2011). Desde aquellos años, el deporte adaptado es considerado sinónimo de "inclusión" (OMS 2012, p.38, ONU 2005, p.4) sin hallarse – salvo tratamientos parciales – estudios cualitativos críticos que indaguen el papel de la masculinidad hegemónica en la reproducción de imperativos de género opresivos. Pues bien, el objetivo de este artículo es analizar cómo incide la masculinidad hegemónica en la filosofía implícita en el campo del deporte adaptado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y, por tanto, en los modos de ser, pensar y sentirse hombre "discapacitado" construidos a partir de sus protagonistas. Partiremos del material empírico de una investigación cualitativa realizada entre el 2007 y fines del 2011. [4]
El artículo se organiza en cuatro partes. Primero, problematizaremos teóricamente los vínculos entre masculinidad hegemónica, discapacidad y deporte, recuperando los antecedentes del tema. Segundo, plantearemos el diseño metodológico adoptado en la investigación que nutre este trabajo. Luego, identificaremos el rol que adquiere la masculinidad hegemónica en la filosofía del deporte para hombres con discapacidad motriz de la ciudad de Buenos Aires, teniendo en cuenta las perspectivas de usuarios, expertos y expertas. Finalmente, analizaremos el papel que juegan estas dinámicas en los procesos opresivos asociados al carácter estigmatizador que adquiere la discapacidad en las sociedades contemporáneas. [5]
2. Masculinidad hegemónica, discapacidad y deporte adaptado
2.1 Masculinidad hegemónica, discapacidad y estigma
En las últimas dos décadas, a través de los trabajos de múltiples teóricas feministas por alcanzar transformaciones en el plano de la ciudadanía y los derechos para las mujeres, emergió un área de debate crítico sobre los procesos de construcción de las masculinidades (CONNELL 1995; ESPINOZA & SILVA 2014). El nodo problematizador fue puesto en el poder atribuido a los hombres como mandato cultural, que les situaba en las jefaturas de las instituciones normativas y a la cabeza de la protección de la familia con función de exclusividad. De esta forma, se logra instalar en la discusión que "no se nace varón, sino que se llega a serlo" (SCHARAGRODSKY 2003, p.43), fruto de la socialización patriarcal que en cada sociedad y cultura se reproduce (CONNELL 1995; ESPINOZA & SILVA 2014; GILMORE 1994; LOMAS 2013). [6]
La masculinidad hegemónica puede ser definida como un ideal de ser varón, en base al cual los hombres construyen su identidad de género (GILMORE 1994; VASQUEZ DEL AGUILA 2013). Este ideal funciona como una aspiración que genera una configuración de un "'hombre de verdad' (heterosexual y viril, casi siempre de [etnia] blanca y estatus económico acomodado, con voluntad de dominio y de liderazgo, ajeno a las emociones y a las tareas convencionalmente asignadas a las mujeres, en ocasiones violento)" (LOMAS 2013, p.30) que jerárquicamente es superior a las mujeres y a los hombres no heterosexuales. [7]
Es decir, la masculinidad hegemónica no constituye "una esencia" en sí misma, sino "una ideología de poder y opresión que tiende a justificar la dominación masculina" (p.29) que es aprendida y debe ser conquistada a través del logro de determinados mandatos o imperativos, tales como: fecundar, proveer y proteger (GILMORE 1994). Los mismos van acompañados de la conquista de los valores de la fuerza, la habilidad y la competitividad. En este punto, el cuerpo capaz/normal deviene el soporte y legitimador de esta dominación (FULLER 1997). Los hombres con discapacidad, debido a los efectos estigmatizadores de las discapacidades, tensionan este ideal normativo (GERSCHICK & MILLER 1995; MURPHY 1990 [1987]; TAGAKI 2015; WILSON 2004). [8]
Desde el modelo social de la discapacidad, surgido de la sinergia entre militancia por los derechos de las personas con discapacidad y academia, nacido en los años 70 en el mundo anglosajón, se sostiene que el alejamiento del cuerpo discapacitado a las disposiciones exigidas por ese cuerpo "capaz", o "normal", definido de acuerdo a criterios de rendimiento económico, genera la estigmatización y opresión de las personas con discapacidad (BARNES & MERCER 2003; OLIVER 1998). Desde este planteo la discapacidad no es un asunto biológico individual, que implica una tragedia personal, sino una producción social, que oprime a las personas con discapacidad, derivada de la exclusión de esta minoría de la división social del trabajo y su reducción al papel de ociosa forzada (BARNES & MERCER 2003). Así, para el modelo social de la discapacidad en las deficiencias corporales no existe nada intrínsecamente negativo, es la sociedad la que imprime esta calificación al producir la dependencia de las personas con discapacidad, marginándolas de la vida social general y por ello oprimiéndolas. La "ideology of ability" (ideología de la capacidad)1) (SIEBERS 2013, p.279) es la que legitima esta opresión. Tobin SIEBERS define a la misma, no sólo como aquella que esgrime al cuerpo capaz como el parámetro de deseabilidad y normalidad laboral y social, sino también como aquella que establece la regla que mide los cuerpos y mentes para determinar su status de humanidad. La ideología de la capacidad, sedimenta en el sentido común, y clasifica a las personas con discapacidad como desafortunadas, inútiles, diferentes, oprimidas y/o enfermas (HUNT 1966). De hecho, la mayoría de las palabras utilizadas para denominar a la discapacidad son testigos de esa clasificación: dis-capacidad; minusvalía; deficiencia; impedimento; capacidades diferentes. Esta clasificación exilia a las personas con discapacidad del ejercicio de la ciudadanía. [9]
Desde los planteos fundacionales del modelo social de la discapacidad se considera que este estado de excepción que se les ha impuesto en nuestras sociedades a las personas con discapacidad homologa sus condiciones de existencia en términos de grupo oprimido (BARNES & MERCER 2003). No obstante, en las últimas dos décadas, desde esta corriente de estudios se ha enfatizado la necesidad de distinguir este carácter opresivo de acuerdo a múltiples variables que singularizan la dominación tales como la edad, la clase social, el género, la elección sexual, el tipo de discapacidad, la edad de adquisición, etcétera (MORRIS 2008; SHAKESPEARE 2013). Si este señalamiento generó una rica literatura respecto al "ser mujer" con discapacidad, los desarrollos sobre masculinidad son escasos (MORRIS 2008; SHUTTLEWORTH 2004; TAGAKI 2015). [10]
Entre los antecedentes, algunos autores enmarcados en el modelo social de la discapacidad enfatizan que en el caso de los hombres con discapacidad, los efectos de la estigmatización se expresan en la negación de la posibilidad de responder a los mandatos de la masculinidad hegemónica. El varón con discapacidad es imaginado y simbolizado asexual y dependiente, económica y corporalmente (MORRIS 2008; SHAKESPEARE 1998). En este sentido, el cuerpo discapacitado masculino, es feminizado, "visto como incapaz de ejercer la autonomía, la fuerza física, y la agresividad asociada con la masculinidad occidental dominante" (SCOTT 2014, sección "Illuminating Cultural Discomfort", §6). Así, no es exagerado afirmar, que la discapacidad puede ser entendida como una forma paradigmática de masculinidad negada. Ante este panorama los hombres con discapacidad se encuentran al problema de tener que dar respuesta a la masculinidad hegemónica, y, en este sentido, poseen tres caminos: reformularla, reproducirla o rechazarla (GERSCHICK & MILLER 1995; SCOTT 2014). [11]
2.2 El deporte adaptado, la ideología de la capacidad y la masculinidad hegemónica
El deporte en general, en los años 40, fue una de las prácticas corporales privilegiadas para promover y controlar la construcción de "verdaderos hombres" (SCHARAGRODSKY 2003, p.42). El deporte adaptado no permaneció ajeno a esta tendencia, ya que como – adelantábamos en la introducción – surge en la Segunda Guerra Mundial, como una estrategia que se encuadraría en la reproducción de la masculinidad hegemónica. De acuerdo a la filosofía del deporte impulsada por su creador, el médico Ludwig GUTTMANN, los hombres que habían adquirido una discapacidad no sólo podían, debían, reestablecer todas las expectativas normativas que se tenían en aquellos años respecto a ser varón: formar una familia y sustentarla económicamente (FERRANTE 2014a; VANLANDEWIJCK & THOMPSON 2011). Es decir, la masculinidad hegemónica era incorporada acríticamente como un medio de cuestionar el carácter estigmatizador de la discapacidad, pero a costa de la reproducción naturalizada de este ideal normativo. Esta mirada era tributaria de la naciente rehabilitación, que, a ambos lados del Atlántico, procuraba una nueva concepción de la discapacidad. Esta rama de la medicina, que daría origen a lo que desde el modelo social se llamaría modelo médico rehabilitador, suponía que la misma constituía una anormalidad corporal sujeta a ser rehabilitada para lograr "la integración y la capacitación personal" (OLIVER 1998, p.51). Tal como señala Colin BARNES, este modelo, partiendo de un enfoque individualista, consideraba que el problema de la discapacidad era el déficit corporal. En este marco:
"La rehabilitación es tanto una filosofía como una práctica diseñada para erradicar o minimizar el problema de la deficiencia, capacitando a la persona con alguna discapacidad a funcionar física, social y psicológicamente en el nivel más alto que les sea posible alcanzar. En otras palabras, las personas con discapacidad se ven convertidas en objetos que hay que curar, tratar, entrenar, cambiar y normalizar de acuerdo a una serie particular de valores culturales" (BARNES 2009, p.104). [12]
El problema de la discapacidad era un asunto privado, en el que el agente debía esforzarse por reestablecer la normalidad funcional y corporal (WILSON 2004). El deporte adaptado está permeado de esta filosofía de la rehabilitación moderna. Es por esto que desde el modelo social de la discapacidad se sostiene que el deporte adaptado, lejos de promover la inclusión de las personas con discapacidad, promueve su exclusión, al simplemente disciplinar al cuerpo discapacitado a los mandatos del cuerpo capaz, dejando intactas las estructuras sociales discapacitantes (ABBERLEY 2008; FINKELSTEIN 1980; UPIAS 1976). Desde esta crítica, el deporte sólo favorece la creación de un "super-crip", un discapacitado con propiedades corporales muy similares a las del cuerpo capaz, que se sobre-adapta a las barreras sociales y que reproduce la dominación de esta minoría (HARDIN & HARDIN 2004; HARGREAVES & HARDIN 2009). [13]
En este sentido, se puede observar que la crítica realizada desde el modelo social de la discapacidad respecto a la presencia de una "ideología de la capacidad" (SIEBERS 2013, p.279) implícita en la práctica deportiva adaptada, que tiende a reproducir a la discapacidad como problema médico individual, posee fundamentos. Ahora bien, si es cierto que estos estudios resultan nodales para un abordaje crítico del deporte – al desnaturalizar al mismo como espacio de pura socialización y armonía –, y de la discapacidad, al entenderla más que como mera realidad biológica, poseen dos limitaciones. Por un lado, constituyen discursos que no reconstruyen concretamente la filosofía del deporte implícita en la práctica deportiva, a partir de la recuperación de "el espacio de los puntos de vista" (BOURDIEU 2010 [1993], p.9), incluyendo tanto a la oferta como a la demanda deportiva. Por otro lado, el cuerpo, la discapacidad y la ideología de la capacidad han sido referidos sin un análisis del rol de los sistemas de género en la construcción de ese ideal de cuerpo discapacitado tributario del cuerpo capaz. Estas falencias han sido indicadas y parcialmente saldadas por un conjunto de estudios anglosajones relativamente recientes que han buscado recuperar la perspectiva de los protagonistas e indagar el rol del género en el deporte adaptado (BERGER 2008; HARDIN & HARDIN 2004). [14]
Respecto al primer punto, Marie HARDIN y Brent HARDIN (2004) se concentraron en analizar – a través de metodología cualitativa – la mirada de jugadores de básquet en silla de ruedas sobre la figura del "super crip" y detectaron que en ellos existía un cuestionamiento crítico sobre el rol de los medios en la creación de un "sentido común" negativo sobre la discapacidad. [15]
Respecto al segundo punto, Kurt LINDEMANN y James L. CHERNEY (2008) y Cynthia BAROUNIS (2013) postularon, a través del análisis de un documental, Murderball, que trata sobre hombres canadienses con cuadriplejías que juegan rugby en silla de ruedas, que este deporte, a partir de la estética agresiva que posee, genera un mensaje que cuestiona la estigmatización derivada de la discapacidad (la presunción de dependencia, vulnerabilidad, enfermedad y asexualidad) y que, por ello, constituye un medio a través del cual se "rehabilita la heteromasculinidad" (BAROUNIS 2013, p.382). La paradoja en este proceso es que a través del cuestionamiento del estigma se reproducen los mandatos opresivos derivados de la masculinidad hegemónica. En esta misma dirección, Ronald J. BERGER (2008) y Kurt LINDEMANN (2010) a partir de las narrativas de jugadores de básquet en silla de ruedas, en el primer caso, y, de rugby en silla de ruedas, en el segundo, señalan que las prácticas deportivas – si bien reproducen los rasgos propios de la masculinidad hegemónica –, asimismo, constituyen modos de construcción de identidad positiva que se oponen al ideal de cuerpo capaz. [16]
En conjunto, si bien estos antecedentes constituyen aportes importantes para analizar el peso de la masculinidad hegemónica en el deporte adaptado, no agotan la discusión. En primer lugar, constituyen indagaciones realizadas en contextos desarrollados, no asimilables a países periféricos. En América Latina no es posible encontrar estudios sobre este tema en particular. En segundo lugar, al partir únicamente del punto de vista de los deportistas con discapacidad (sea a través de entrevistas o análisis documental), esta perspectiva no se pone en relación con la mirada experta, siendo éste un elemento central a tener en cuenta para comprender las disposiciones y mecanismos de prestigio generados al interior de un espacio deportivo determinado. Con otras palabras, es necesario observar no sólo los discursos de los hombres con discapacidad que hacen deporte sino también sus prácticas. Éstas, en tanto producto cristalizado de una mirada experta sobre el deporte, exigen la deconstrucción de las reglas implícitas en la misma y sus principios de jerarquización, lo que significa identificar las concepciones acerca de la discapacidad y la mirada de masculinidad hegemónica allí implícita. [17]
Una vía para captar este aspecto relacional del deporte, que adoptamos en la investigación que sustenta este artículo, es la propuesta de Pierre BOURDIEU de pensar al mismo como un "campo" (1993 [1987], p.181), en el cual se da una interrelación entre "modelos de práctica" (propuestos desde una mirada experta) y "disposiciones (del habitus)" (p.178) que la hacen posible (y que son recreadas y/o cuestionados por los y las usuario/as). Si se utilizan estas premisas para pensar cualquier recorte del campo del deporte adaptado, se debería agregar que tal interrelación expresa, implícitamente, en un contexto acotado, una "filosofía del deporte" (BOURDIEU 1990 [1984], p.198) que trasluce qué se entiende por deportista y por un peculiar modo de ser, pensar y sentirse discapacitado/a en un contexto específico. Desde este supuesto, es necesaria la formación de seres que posean a la vez la capacidad y el deseo de jugar un deporte adaptado, dotados/as de esquemas de percepción, pensamiento y acción requeridos según ciertas exigencias físicas, morales, emocionales y temporales (WACQUANT 2006 [2000]). Estos esquemas de percepción no son neutros en términos de género, sino que expresan, reproducen o cuestionan una determinada concepción del ser hombre y del ser mujer legítimos (SCHARAGRODSKY 2003). [18]
Este artículo parte de una investigación cualitativa titulada "Cuerpo, deporte y discapacidad motriz. Análisis de las prácticas deportivas realizadas por personas con discapacidad motriz adquirida en la ciudad de Buenos Aires (1950-2010)". La misma fue financiada a través de dos becas de postgrado otorgadas por Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede de trabajo en el Instituto de Ciencias de la Rehabilitación y el Movimiento (ICRyM) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), entre 2007 y 2012. La misma fue realizada entre el 2007 y el 2012. [19]
Siguiendo los supuestos bourdianos antes desarrollados, conceptualizamos al espacio del deporte adaptado en cuestión, como el campo del deporte para personas con discapacidad motriz de la ciudad de Buenos Aires. Se restringió el estudio a la discapacidad motriz ya que a nivel internacional el deporte adaptado nace de la mano de la misma. Limitamos el análisis a la discapacidad adquirida ya que según Erving GOFFMAN (2001 [1963]) este caso pone en primer plano el proceso de adquisición de la identidad deteriorada. Dentro de la variedad de deportes para personas con discapacidad motriz en la ciudad de Buenos Aires, con el fin de obtener una descripción sumaria del campo, restringimos el análisis a tres deportes: uno colectivo y dos individuales. Seleccionamos dos de antigua data en Argentina (y en el ámbito del deporte adaptado internacional), básquet en silla de ruedas y natación, y uno reciente, tenis en silla de ruedas. Para reconstruir los puntos de vista de la oferta y la demanda de deportes para hombres con discapacidad motriz, desarrollamos un conjunto de estrategias de indagación cualitativa. Por el lado de la oferta, para estudiar el surgimiento del campo y la concepción del deporte y de la discapacidad legítima, realizamos análisis de contenido de material hemerográfico producido por las primeras instituciones deportivas fundadoras del campo y por la naciente medicina física y rehabilitadora local en el periodo 1950-1976. Estos aspectos históricos en el presente artículo serán sucintamente desarrollados ya que fueron objeto de otro trabajo (FERRANTE 2014a). Para observar las continuidades y rupturas entre el pasado y presente de la oferta deportiva adaptada, realizamos entrevistas en profundidad a una muestra de profesionales clave en el campo. Así, de acuerdo a criterios de saturación teórica, entrevistamos a 26 profesores de educación física, médicos fisiatras, terapistas ocupacionales, clasificadores internacionales, representantes de federaciones y clubes que actualmente se desempeñan en el campo. Tales entrevistas incluyeron los siguientes temas: 1. trayectoria personal y profesional que conduce al ámbito de la rehabilitación o del deporte adaptado; 2. percepción de la discapacidad; 3. características del rol de experto o experta desarrollado; 4. percepción del deporte adaptado legítimo; 5. relación con profesionales del campo deportivo; 6. vínculo con la rehabilitación; 7. relación con los usuarios del campo del deporte adaptado; 8. percepción del cuerpo capaz; 9. construcciones de género. [20]
Por el lado de los usuarios, para acceder a los modos construidos de ser, pensar y sentirse discapacitado a través del deporte también realizamos entrevistas en profundidad, ya que esta técnica permite acceder de modo privilegiado a los sentimientos, gustos y prejuicios sociales (SCRIBANO 2008). Siguiendo criterios de saturación teórica, trabajamos con una muestra por juicio (ibid.) compuesta por 21 hombres con discapacidad motriz adquirida que realizan deporte en la ciudad Autónoma de Buenos Aires de entre 18 y 65 años. En la muestra incorporamos a hombres que asistían a un servicio de recreación segregado y a uno convencional de alto rendimiento. La selección de estos espacios se debió a que la oferta deportiva adaptada en la ciudad de Buenos Aires se restringe a esos dos lugares. Estas entrevistas siguieron las siguientes pautas: 1. trayectoria social; 2. gusto y tipo de práctica deportiva desarrollada; 3. relación con los y las profesionales del campo deportivo; 4. relación con los y las profesionales del campo de la rehabilitación; 5. percepción de la discapacidad; 6. percepción de la masculinidad y la sexualidad; 7. percepción del cuerpo propio; 8. práctica deportiva y otros consumos asociados, salidas sociales; 9. compañías (amistades, familiares y pareja); 10. vida cotidiana (desenvolvimiento, autonomía, sociabilidad). Estos temas fueron abordados en todas las entrevistas, dando libertad a los entrevistados de ahondar en aquellos aspectos para ellos más significativos. Las entrevistas fueron realizadas en más de un encuentro, con una duración aproximada de una hora. [21]
En todas las entrevistas pedimos el consentimiento informado. Los nombres de los entrevistados fueron modificados con el fin de preservar el anonimato y la confidencialidad de las entrevistas. [22]
El proceso de interpretación se organizó en base al análisis de contenido (KRIPPENDORFF 1990 [1980]) y se estructuró en cinco etapas: 1. comprensión global del relato, elección de microtextos significativos; 2. organización e integración de fragmentos en una matriz; 3. organización de temas y/o categorías emergentes; 4. hallazgos: interpretación y articulación con elementos teóricos; 5. elaboración de las conclusiones o reflexiones finales (SILVA & MÉNDEZ 2013). [23]
4. Masculinidad hegemónica en el deporte para personas con discapacidad motriz de Buenos Aires
4.1 Pensar, sentirse y ser "rengo"
En el campo del deporte para hombres con discapacidad motriz de la ciudad de Buenos Aires es posible distinguir una peculiar concepción sobre el modo legítimo de ser "discapacitado". La misma nace en 1950 de la mano de un conjunto de jóvenes hombres afectados por los brotes de poliomielitis, enfermedad generadora de parálisis física y que azotaba a la ciudad de Buenos desde 1906 (RAMACCIOTTI 2006; TESTA 2011). Estos jóvenes fundarían el CLUB MARCELO J. FITTE: primer club deportivo de Argentina creado por y para personas con discapacidad y piedra angular de lo que luego sería un desarrollo más amplio del campo y de toda su filosofía. La discapacidad aquí no sería entendida, ni como una enfermedad, ni como un elemento trágico que enlutaba la existencia, sino como una diferencia corporal, que no impedía el ejercicio del rol social "normal" de acuerdo a los parámetros de la época (BREGAIN 2012; CLUB MARCELO J. FITTE 1958a, 1958b, 1958c). [24]
Coloquialmente esta perspectiva se resumía en la categoría nativa "rengo". La misma surge de la mano de estos fundadores del campo, como un intento de sustancializar un modo de andar derivado de las secuelas de polio (cierta cojera acompañada del uso de bastones canadienses), pero también con la intención de ironizar y generar incomodidad en la mirada de las personas sin discapacidad, que posaban una mirada fuertemente estigmatizadora sobre los afectados por esta enfermedad (FERRANTE 2014a, 2014b). Vale recordar que la polio, a nivel internacional, adquirió una carga fuertemente negativa, ya que hasta avanzados los años 50 no se conocían las formas de contagio ni de cura (WILSON 2004) y afectaba especialmente a niños y niñas, que quedaban con secuelas motrices que comprometían la marcha convencional e implicaban a veces dificultades respiratorias (RAMACCIOTTI 2006; TESTA 2011). También hay que tener en cuenta que en aquellos años, la rehabilitación moderna estaba aún en pañales. Las personas con discapacidad "vegetaban en un mundo oscuro y triste, alejados de la sociedad. Esta no les exigía obligaciones, pero tampoco les otorgaba derechos" (BODMER 1958, p.21). En este sentido, la categoría "rengo" era un modo de cuestionar el sentido y el destino que se le daba a esta minoría y entablar una lucha por la conquista de la ciudadanía. [25]
Desde el naciente CLUB MARCELO J. FITTE se reclamaría para las personas con discapacidad, un reconocimiento en su calidad ciudadana, alejándose de miradas asistencialistas derivadas de la beneficencia (BREGAIN 2012; CLUB MARCELO J. FITTE 1958a). Y en este reclamo, el deporte adquiriría el rol de ser elemento a través del cual mostrarle a la sociedad que un "discapacitado" podía ser "tan útil" y "capaz", productiva y sexualmente, como cualquier hombre sin discapacidad, teniendo el "derecho a (...) abrirse camino en la vida como cualquier ser normal" (BREGAIN 2012, p.136). [26]
Dicha mirada, posteriormente nutrida y legitimada en la filosofía del deporte adaptado de GUTTMANN (transmutada y transmitida a través del emblemático Profesor Héctor "Pocho" RAMÍREZ) y de la medicina física y rehabilitación del Doctor José Benito CIBEIRA, en la etapa de institucionalización del campo (1958-1976), comprendería a la deficiencia como secuela (FERRANTE 2014a). Según la misma, la discapacidad no implicaba el fin de la existencia social sino que, por el contrario, la persona con discapacidad podía y debía llevar una vida normal lo cual era vehiculizado a través de la rehabilitación integral, la cual incluía la rehabilitación social a través del deporte (CLUB MARCELO J. FITTE 1958b, 1958c; MOGILEVSKY 1967). La rehabilitación finalizaba cuando la persona con discapacidad conseguía su primer trabajo, se casaba y tenía un hijo o hija (CLUB MARCELO J. FITTE 1969). A través del logro de estas expectativas, el deporte buscaba romper el estigma de la discapacidad, pero a costo de instaurar un fuertísimo "imperativo de la normalidad (...) imponiendo una visión hegemónica de lo que el cuerpo humano debiera ser" (DAVIS 2009, p.198). El mismo se resumía en la tríada: trabajo, educación y deporte. [27]
Realizando un tremendo salto histórico (ya que por motivos de extensión no es posible detenerse aquí en la complejidad del proceso en cuestión) es posible señalar que esta filosofía persiste en la actualidad en el campo (FERRANTE 2014b). En función de la misma, aún hoy, se entiende que ser discapacitado es ser "rengo", y esto no implica ni una tragedia individual que pone fin a la vida, ni una enfermedad. De hecho, la noción "rengo" surge como un modo de revertir la injuria que recibían, y reciben, las personas con discapacidad en las sociedades occidentales contemporáneas.
"Rengo es un código interno. Si hay dos personas en silla [de ruedas] van a decir mirá ese rengo, no van a decir mirá esa persona con discapacidad motriz, qué se yo. Yo digo forma parte del folclore, (risas) (...) Es una forma de desmistificar y desdramatizar, y si desdramatizamos, mejor, de quitar el velo negro que tiene la discapacidad, que por eso mucha gente sale rajando, ¿no? Tiene un velo negro que mejor mirar para otro lado" (Julián, funcionario institución pública destinada a la discapacidad y deportista con discapacidad, 51 años). [28]
En este sentido, tomando las categorías Loïc WACQUANT, se puede afirmar que el campo funciona como "escuela de moralidad", es decir, como una "máquina de fabricar el espíritu de la disciplina, la vinculación al grupo (...) y la autonomía de la voluntad" (2006 [2000], p.30), en la cual, a todo recién llegado se le enseña a adquirir el status de "rengo". El mismo será conquistado en la medida en que logre desarrollar una hexis y un ethos prestigiosos definidos en metonimia al cuerpo capaz en la sociedad global. Tal inculcación, implicará un proceso imbricado de transmisión de "técnicas corporales" (MAUSS 1979 [1971], p.342), donde qué se entiende por ser discapacitado, en confrontación al estigma, significa también la inculcación de disposiciones asociadas a la masculinidad hegemónica. [29]
Profesionales de la educación física, de la rehabilitación y pares reproducirán corporal y discursivamente, una serie de técnicas o hábitos corporales tributarios del cuerpo capaz y de la masculinidad hegemónica, que conllevan la concepción de la discapacidad en tanto que "rengo". Este proceso genera mecanismos de acumulación de prestigio y "capital simbólico" (BOURDIEU 2000 [1998], p.66) que hacen que aquél que esté más cerca del rendimiento corporal asociado al cuerpo del hombre legítimo, sea quien sea considerado más exitoso y menos "discapacitado". Este proceso se da a través de la incorporación de disposiciones asociadas a la masculinidad y que permiten diferenciarse de dos modos de abyección: lo femenino y la discapacidad intelectual. Como se verá, este proceso no se desarrolla mecánicamente sobre los agentes, sino que existe una "libido" (p.101) que activa su participación y que se asocia a la posibilidad de resolver el dilema de la masculinidad, de mostrar "tan hombres como uno sin discapacidad". Es por esto, que la masculinidad hegemónica posee un rol estructural dentro de la filosofía del campo del deporte adaptado de la ciudad de Buenos Aires. Tal rol puede ser captado, paradigmáticamente, en dos reglas interconectadas – repetidas por profesionales y usuarios del campo –, que, a la vez que dicen cómo debe ser un auténtico "rengo", expresan cómo debe ser un "hombre de verdad". Estas reglas son resumidas en dos máximas conocidas de voz de los protagonistas de esta investigación en la realización del terreno: "el que tiene pelotas, es rengo", y, "lo importante es no ser rengo de la cabeza". [30]
4.2 "El que tiene pelotas, es rengo"
Para ser un "rengo" legítimo es necesario poseer un constante espíritu de superación. La lástima y la victimización, – tradicionalmente asociadas a la configuración de la discapacidad como tragedia médica individual – son combatidas a través de la incorporación, como se adelantaba, de un imperativo de normalización que busca el constante progreso y coraje ante la adversidad (DAVIS 2009). Este rasgo se expresará en la máxima "no existe el no puedo sino el no quiero", una frase reiteradamente repetida por los usuarios del campo y que da cuenta de la principal enseñanza que reciben al llegar al espacio deportivo. Marcos de 31 años, con una discapacidad motriz congénita y que realiza natación, señala:
"Cuando llegas acá [al espacio deportivo] lo primero que te enseñan (...) es 'no existe el no puedo sino el no quiero' y eso es verdad, es así, a veces las familias por cuidar sobreprotegen y limitan". [31]
El problema es que, en un espacio fuertemente segregador como el de la ciudad de Buenos Aires, en el que proliferan barreras físicas y simbólicas para una persona con discapacidad, asumir que el éxito social depende del esfuerzo personal, implica poseer una capacidad de sobre-adaptación inmensa (FERRANTE 2014b; JOLY & VENTURIELLO 2012). En la capital argentina las personas con discapacidad motriz salen en promedio 3 veces por semana de sus casas, presentan una ínfima representación en el en el sistema educativo y en el mercado de trabajo (con índices de desocupación estimados en 90%) y reciben pensiones que no alcanzan la tercera parte de un sueldo mínimo (FERRANTE 2015). En este contexto, el mundo social parecería impulsar en una especie de inercia a asumir una identidad devaluada, y, cumplir con las expectativas de normativas de trabajar, estudiar, formar una pareja, se convierten casi en un deporte extremo (FERRANTE 2014b; JOLY & VENTURIELLO 2012). Así, para responder a las exigencias sostenidas desde la filosofía del campo es necesario ser como un héroe, que, en afán de alcanzar los valores socialmente prestigiosos en condiciones de desigualdad, se lanza a la aventura de atravesar el campo minado de obstáculos que significa vivir en una sociedad discapacitante. Esto implica no sólo sobre-adaptarse, sino también, a través de la bronca o el humor, afrontar la adversidad de espacios físicos inaccesibles y miradas penosas y/o de rechazo. [32]
Si bien en el campo se reconoce que la discapacidad no se reduce al déficit, sino que es socialmente creada, la falta de esperanza respecto a la posibilidad de transformar las barreras discapacitantes, hacen que el antídoto contra la dominación sea una salida individual y sobreadaptativa: la cultura del campeón. Es decir, a través del "no existe el no puedo sino el no quiero" se construye una retórica para hacer frente a la exclusión, a la segregación y re-pensarse tan independiente como un hombre cualquiera, que tiene que luchar y mostrar que es válido. Este proceso no es sencillo y no es alcanzado por todos, y es por esto, que una Terapista Ocupacional histórica del campo, a quien llamaremos Juana, de 67 años, señala que sólo "el que tiene pelotas, es rengo". Ser rengo requiere superación y esfuerzo para deshacer – aisladamente y en la lucha por vivir cada día – aquello que el estigma cristaliza: la dependencia, la infantilización, la improductividad y la asexualización. [33]
Al comenzar el trabajo de campo, el informante clave de la investigación, Enzo, de 65 años y con secuelas de poliomielitis, para referirse al peso que adquiere para los hombres adquirir una discapacidad motriz aludió a una antigua historia de un joven recién casado que, viajando en moto a su luna de miel, queda parapléjico. Tras un tiempo internado en un instituto de rehabilitación que queda enfrente del espacio en que los entrevistados realizan deporte, la esposa lo abandona. Al otro día, el muchacho aparece muerto: se había suicidado, y no de cualquier modo, sino que desangrándose a partir de haberse cortando el pene con una hoja de afeitar. El peso de ver negada la masculinidad y esa dependencia que feminiza (SCOTT 2014) a los cuerpos discapacitados, si en algunos hombres puede llevar a un retraimiento (TAGAKI 2015) en el ambiente deportivo se convierte en una contienda a ser ganada a través de la demostración que sí se es hombre, que se puede proveer, cuidar y ser independiente. La conquista de las mujeres en este proceso cumple un papel central. [34]
Leandro, un joven de 31 años, profesional, con una discapacidad motriz que le implicaría contar constantemente con la asistencia de una persona para desplazarse y uso de silla de ruedas eléctrica, y, que en contraste a eso, es completamente independiente – trabaja (con un puesto exitoso), vive solo, maneja su auto – permite observar el papel que la conquista del autovalimiento posee en términos de mostrar ser hombre.
"[En el aprender a ser independiente] la motivación de cada uno. Vos fijate, mirá mi departamento, ¿qué hay acá alrededor adaptado que viva un 'rengo' ...? (...) Cuando me accidenté apenas podía mover el cuello, tenía todo el cuerpo paralizado. (...) Y yo, haber, me accidente a los 20 años, varón de 20 años ¿en qué piensa? ¡En chicas! ¿En qué vas a pensar? Para levantarte una mina en esa condición ¿qué pensás? ¡Yo tengo que estar bien! Qué vas a estar pidiéndole a una mina: moveme, ¡no!, Esa es la principal motivación que tenés para seguir viviendo (...) vos podés elegir: quedarte tirado en el rol de víctima o tomar el toro por las astas y hacer algo". [35]
En similar dirección, Fernando, de 28 años de edad, jugador de básquet y con múltiples discapacidades adquiridas y con un grado de independencia total, narra con orgullo que lo primero que aprendió a hacer solo fue a una actividad asociada a la conquista sexual.
"Siempre fue bueno lo primero que pensé fue 'uh, bueno, ¡tengo que aprender todo de vuelta! '. Ocupé más mi tiempo en vez de pensar en boludeces o en como estaba yo, lo tomé y lo agarré para aprender todo de nuevo. Mi novia se ríe porque lo primero que aprendí fue a desabrocharme el pantalón y lo segundo no te digo... (risas). ¡A desabrochar un corpiño! (risas)". [36]
Marcelo, profesional, de 50 años y con una paraplejía adquirida en la adolescencia, señala que luego de la discapacitación surgen miedos y dudas respecto a cómo será el futuro laboral y sexual fuera del instituto de rehabilitación. La ansiedad que generan estos temores hace que sea necesario, en sus palabras, "dar vuelta la hoja" y seguir adelante, ya que sino la vida se hace imposible. En este ejercicio el campo del deporte, con su peculiar concepción de la discapacidad, y el apoyo de los pares, da herramientas para eso, y, también, para romper prejuicios
"La lucha es salir a la sociedad y decir bueno en el instituto de rehabilitación te servían el desayuno a las 8 de la mañana, el almuerzo al mediodía y estaba todo bien, pero saliendo afuera yo tenía que hacer todo solo, si yo no trabajaba, no comía, ni dormía. Y si yo no trabajaba no tenía donde vivir. (...) Si a los 18 años tenés un accidente, tenés que salir a pelear a la sociedad y cambiar y dar la vuelta de hoja, porque tenés que dar vuelta la hoja ¡porque si no me termino pegando un tiro en la cabeza! (...) En eso el ambiente deportivo rompe muchos tabués. Yo no creía que iba a tener una hija, que iba a tener una mujer, que estando discapacitado genere algún tipo de atracción". [37]
De igual forma, Julio, de 38 años, trabajador por cuenta propia y con una paraplejía, también expresa cómo el deporte, a través de los pares, permitió repensar el estigma a través de la conquista de los valores asociados a la masculinidad hegemónica.
"Al venir al Club me di cuenta que estar en una silla no te imposibilita conocer una mina que está buena y formar una familia. No te imposibilita, que antes por ahí pensabas uy se me va a hacer muy difícil, conseguir una mina, hasta que llega un momento que decís no porque la mina que está conmigo va a valorar un montón de cosas que puedo llegar a tener que mis amigos no tienen, entonces la discapacidad te imposibilita algunas cosas y otras no". [38]
En el campo del deporte para personas con discapacidad motriz, para promover la formación de "rengos con pelotas", expertos, expertas y pares dotarán de una serie de esquemas de percepción, pensamiento y acción – "habitus" (BOURDIEU 1993 [1987], p.178) – que permitirán desarrollar valores asociados a la masculinidad hegemónica: la fuerza, el auto-control, la potencia, la resistencia y que reproducirá un aspecto físico muy cercano al del cuerpo capaz. Estos "habitus", que incluyen técnicas de auto-cuidado, técnicas de rendimiento corporal, técnicas de manejo de silla de ruedas, estrategias para el control de esfínter, prevenir escaras y para el ejercicio de la sexualidad, tienen como finalidad ser y mostrarse más independiente, para así evitar la abyección que implica la reducción al rol de enfermo y la presunta feminización (FERRANTE 2014b). [39]
4.3 "Lo importante es no ser rengo de la cabeza"
La máxima "el que tiene pelotas es rengo" se relaciona directamente con una ideología de la capacidad que señala que "lo importante es no ser rengo de la cabeza". Los orígenes de esta frase, repetida por los usuarios del espacio deportivo, son referidos a los años 50 y 60, y al surgimiento del campo, donde a través de esta expresión se insistía en la importancia de buscar la constante superación de la persona con discapacidad motriz y diferenciarse de discapacidades intelectuales (FERRANTE 2012). En virtud de que toda la filosofía del deporte adaptado es una metonimia del cuerpo capaz a nivel de la sociedad global (el "rengo" legítimo encarna todas las disposiciones asociadas al cuerpo capaz y a la masculinidad hegemónica: es útil, productivo y flexible (SCHEPER-HUGHES & LOCK 1987), de acuerdo a criterios derivados de una mirada médico rehabilitadora de la discapacidad, cada cuerpo adquiere su valor en función de su alejamiento del cuerpo capaz. Desde este esquema se presupone que una discapacidad motriz, al no comprometer la razón (fuente de la supuesta humanidad) posee más status que una discapacidad intelectual. [40]
A su vez, dentro de las discapacidades motrices, aquellos con más prestigio son los que no poseen la sensibilidad comprometida y así no tienen problemas ni de esfínter ni de ejercicio de la sexualidad (FERRANTE 2013, 2014b). Así, en la cúspide de valoración positiva se encuentran las personas con secuelas de polio, le siguen las personas con amputaciones, para luego ubicarse los sujetos con paraplejías, y, finalmente, los agentes con cuadriplejías. Esta jerarquización, que expresa una "moral anatomy" (anatomía moral) (EPELE 2002, p.47) se manifiesta en la forma de chistes y burlas que reproducen, la mayoría de las veces sin poseer una intención discriminadora intencional, modos de opresión derivados de la naturalización de la discapacidad como estigma físico para percibir las discapacidades no motrices. [41]
Ahora bien, existen hombres con discapacidad motriz que "son rengos de la cabeza" ya que antes de elegir ser independientes, reproducen un estilo de vida en el que dependen de los otros. Por ejemplo, Julio señala:
Julio: "A veces uno mismo se imposibilita, X no va a tener nunca pareja porque él mismo se está poniendo esa pared (...) Él mismo se debería cuidar más, su organismo, para poder compartir su vida con otra persona. Ehhh, problema de esfínteres que por ahí, yo no los tengo pero que hay muchas personas con discapacidad que los tienen, usan pañal, hay muchos pibes que usan pañal y yo digo estos pibes tienen 17, 18 años ¿no tienen ganas de estar con una mina? y una piba de 17, 18 años no puede estar con un pibe que usa pañal ...
Entrevistadora: ¿Y se puede solucionar?
Julio: Si te dedicás a tu cuerpo sí. Vos sabés que tenés que ir tantas veces al baño, si te estudiás tantas veces los movimientos de tu cuerpo vos decís yo hoy voy a entrenar tenía ganas de ir al baño, fui al baño y ya está". [42]
En este punto, como la masculinidad hegemónica, el "no ser rengo de la cabeza" implica una conquista y una demostración que sí se puede procrear, proveer y proteger a otros y a sí mismo. Y esas habilidades son inculcadas en el espacio deportivo. Enzo, narra que gracias al campo adquirió la cultura de la superación que le permitió validarse socialmente. Jugando al básquet consiguió su primer trabajo y a través de su esfuerzo personal, pudo comprar su departamento, conocer a su esposa y, mostrando que sí era capaz para la producción y el consumo, derribar los prejuicios de sus suegros que lo rechazaban por la discapacidad, tal como nos cuenta en este extracto de entrevista un tanto largo, pero que vale la pena reproducir por su riqueza:
"Trabajaba, y como no tenía demasiado que hacer me quedaba haciendo horas extras (...) Ahí me compré el departamentito. Y ahí me pongo de novio con mi señora. Trabajaba, me pagaba la cuota, y como me quedaba un [dinero], me importé de Alemania un auto. Cuando fui a la casa de mis suegros ¡eso fue historia aparte! ¡Oh! Mi esposa les dijo vino Enzo con el auto ¿vamos a verlo? Salimos a la puerta, había un montón de vecinos. No te imaginas 50 años atrás lo que era traer un auto importado, de Alemania, con todos los chiches, porque acá había todas batatas por la guerra. Y ahí estaba mi suegra toda parada y una de las viejas le pregunta ¿de quién es ese auto? Es de mi futuro yerno. (...) ¡Ahora sí! (risas), el futuro yerno era yo. 'Este no es tan rengo, no es tan boludo' [insulto que significa tonto en argentino]. Pero mi suegro no lo podía aceptar mucho. Nos casamos, hicimos la fiesta, siempre tuvimos una relación medio así. (...) Cuando mi señora queda embarazada, (...) ahí sí, vinieron los viejos a pedirme disculpas (llora). ¿Te imaginás no? Me vinieron a decir que se habían equivocado, que pensaban que un discapacitado era un inútil que había que mantenerlo, que no podía tener hijos, pero veían que yo eran distinto". [43]
Como se puede advertir en la bronca, ironía y sexismo de Enzo, la estigmatización y la negación de la posibilidad de procrear y ser proveedores es una interpelación que afecta las interacciones de los hombres con discapacidad. Algunas "técnicas de control" del estigma (GOFFMAN 2001 [1963], p.118), como el uso del humor y la falta de respeto a la condición femenina, aprendidas en el espacio deportivo, son usadas como armas para rechazar la negación de la masculinidad hegemónica. Por ejemplo, Marcelo señala:
"Mientras estábamos sin conocer a los padres nos llevábamos bien con la piba, después de conocer a los padres vinieron todos los problemas y preguntas de ella e inseguridades, (...) '¿por qué un discapacitado cómo hace?', '¿vos podés tenér hijos?', '¿te puede salir igual que él?', '¡no te puede mantener!', boludeces de las más grandes que puedas escuchar así. Y le digo 'nena: un gusto haberte conocido, andá a la puta que te parió'. Era para irle a decirle a la madre venga señora a ver si puedo o no tener hijos, decile que venga y se saque la duda (risas)". [44]
La acreditación de los valores masculinos hegemónicos, es un modo de contrarrestar el estigma de la discapacidad, pero esta estrategia no es neutra en términos de relaciones de dominación, la carga de tener que mostrar ser "hombre de verdad" "no tan rengo", implica la reproducción de otra forma de opresión: la derivada de la masculinidad hegemónica. Sin embargo, para los entrevistados con discapacidad esta esfera no es visualizada, y, la encarnación de tales mandatos es leída como el mayor éxito obtenido fuera de la cancha. [45]
A lo largo de la exposición ha quedado evidenciado que la masculinidad hegemónica juega un rol central en la filosofía implícita en el campo del deporte para personas con discapacidad motriz de la ciudad de Buenos Aires. La resolución del dilema de la masculinidad, en los hombres con discapacidad motriz, parece ser una de las mayores satisfacciones encontradas allí. A partir de la "rehabilitación de la hetero-masculinidad" – usando la expresión de BAROUNIS (2013, p.382) –, se logra cuestionar el estigma y poder "dar vuelta la hoja" y seguir adelante, en palabras de uno de los entrevistados. Ahora bien, la adquisición de estos habitus en los cuales, por un lado, lo femenino y la discapacidad como enfermedad y del otro, la discapacidad intelectual y la dependencia son configuradas como formas de abyección, van de la mano de la reproducción de una serie de disposiciones asociadas al cuerpo capaz, lo cual permite afirmar que la crítica esbozada desde el modelo social anglosajón al deporte adaptado es legítima. En el campo existe lo que llamamos una cultura del campeón que a través de las máximas "no existe el no puedo", y "lo importante es no ser rengo de la cabeza", repetidas por profesionales y pares, configuran un modo de ser discapacitado muy cercano a esa figura descripta del super-crip. Así, como señalara la terapista ocupacional citada, sólo aquél "que tiene pelotas es rengo", es decir, ese que logra recrear las disposiciones reunidas "por los verdaderos hombres". La conquista de las mismas constituye un intento por borrar esa emasculación simbólica que genera la estigmatización de las personas con discapacidad. [46]
La concepción de la discapacidad implícita en el espacio deportivo presente en los orígenes de la categoría, "rengo", tensiona, de forma ambivalente, la aceptación de la discapacidad como "falla corporal". Si se reconoce el rol de la sociedad en la generación de barreras discapacitantes, no se cuestiona la obligación del individuo de sobre-adaptarse a esta situación. Es decir, no se pone en cuestión la definición del cuerpo capaz, al ser esa cultura del campeón tributaria de la ideología de la capacidad (SIEBERS 2013), sostenida y reproducida por una fuerte resignación que atraviesa a las y los entrevistados, completamente desesperanzados respecto a la posibilidad de transformación social. [47]
En un mundo fuertemente desigual y segregador, en donde se imponen tiranías estéticas (HUGHES & PATERSON 2008) que prometen que sólo los cuerpos perfectos serán reconocidos y exitosos, los cuerpos con discapacidad devienen prescindibles. En este entramado, en las estrategias de reproducción de la masculinidad hegemónica esbozadas desde el campo del deporte, es posible encontrar la voz de hombres que quieren escapar al mandato de muerte social que una cultura discapacitante les impone, sobreviviendo individualmente. [48]
Sin embargo, en esta salida individual – como bien señala el modelo social – se reproducen las estructuras sociales discapacitantes, y, también como intentamos mostrar, formas de opresión asociadas a la masculinidad hegemónica. Ambos modos de dominación están vinculados a la división social y sexual del trabajo en las actuales sociedades contemporáneas. Es decir, en el caso estudiado, en lugar de propiciarse un ejercicio de ciudadanía corporal, en donde los cuerpos discapacitados son reapropiados en su singularidad y diversidad como fuente de empoderamiento personal y cuestionamiento de las arbitrariedades negadoras de la posibilidad de acceder a los derechos, devienen espacio de reproducción de formas de dominación asociadas a la discapacidad y a la masculinidad. [49]
No puede dejar de subrayarse cómo la potente categoría conceptual de cuerpo capaz, elaborada desde el modelo social de la discapacidad, debe ser observada a través de una perspectiva des-naturalizadora del género. En este sentido, hablar de las capacidades corporales de la mujer y del hombre legítimas, invoca una construcción social que identifica con determinados usos y costumbres, que exige una expresión y unas capacidades específicas asignadas culturalmente. La corporeidad femenina desde los imperativos de la cultura, atiende a una cierta manera de ser/hacer en el mundo: como maniquí, madre, esposa, compañera y otras utilidades al servicio de una sociedad ideada desde una visión androcéntrica. Del mismo modo se espera del hombre que responda conforme a los mandatos de hacer/ser/parecer/ hombre (hetero) sexualmente activo, padre de familia que cumple la obligación de proveer (OLAVARRÍA & PARRINI 2000). [50]
En este punto, en el cruce entre los aportes del modelo social de la discapacidad y los de género se genera una grieta capaz de deshacer las diferencias socialmente construidas, cristalizadas en los cuerpos y que anidan relaciones de dominación. Incorporar miradas transversales y contextualizadas en temas que atañen a la inclusión deviene entonces un imperativo. [51]
Si no se incorpora una mirada crítica respecto al género y al cuerpo capaz, puede ocurrir, como en el caso analizado, que bajo la apariencia de espacios supuestamente promovedores de la inclusión, se encuentren reproduciendo nuevas formas de dominación invisibilizadas. [52]
Pensar en la posibilidad de construir masculinidades y corporalidades en plural, sin intenciones normalizadoras e insistir en demostrar el carácter ideológico de la masculinidad hegemónica y del cuerpo capaz, pueden ser una salida viable a generar espacios de reconocimiento y promoción de la ciudadanía corporal, desde los cuales pueda vivirse la discapacidad y la masculinidad como experiencias no opresivas. [53]
Agradecemos la lectura y los aportes realizados por el Dr. Pablo SCHARAGRODSKY y el Dr. Juan DUKUEN a este manuscrito.
1) Todas las traducciones del inglés al español realizadas en este texto son de elaboración propia. <regresar>
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Carolina FERRANTE, socióloga, doctora en ciencias sociales e investigadora asistente del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA)/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Su área de interés la constituye el abordaje crítico de la discapacidad. Entre los tópicos que ha investigado se encuentran: el deporte adaptado, el cuerpo discapacitado, las prácticas de mendicidad de las personas con discapacidad, las políticas de discapacidad y los modelos conceptuales de abordaje de la discapacidad.
Contacto:
Carolina Ferrante
Instituto Interdisciplinario Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Puán 470, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 054-11-4432-0606, internos 205 y 161
Fax: 054-11-4432-0606, internos 205 y 161
E-mail: caferrante@gmail.com
Jimena SILVA, psicóloga, doctora en antropología, profesora asociada e investigadora Universidad Católica del Norte (UCN). Responsable de la línea de investigación: género, sexualidad y juventudes. Ha desarrollado modelos metodológicos de investigación biográfica para los estudios del cuerpo desde enfoques socioculturales y críticos. Ha realizado etnografías en comunidades y organizaciones campesinas, investigación acción con juventudes y mujeres inmigrantes. Ha publicado artículos, capítulos de libros y libros en su línea de investigación, en Chile y el extranjero. Actualmente se centra en el estudio de las masculinidades en el ámbito de la minería.
Contacto:
Jimena Silva
Escuela de Psicología, Facultad de Humanidades
Universidad Católica del Norte
Av Angamos 085 departamento, Antofagasta, Chile, 1002
Tel.:056-55-2355859
Fax: 056-55-2355822
E-mail: jsilva@ucn.cl
Ferrante, Carolina & Silva, Jimena (2017). "Rengo es el que tiene pelotas": discapacidad motriz, deporte adaptado y masculinidad
hegemónica en la ciudad de Buenos Aires [53 párrafos]. Forum Qualitative Sozialforschung / Forum: Qualitative Social Research, 18(3), Art. 11,
http://dx.doi.org/10.17169/fqs-18.3.2442.