Volumen 9, No. 2, Art. 36 – Mayo 2008
Performatividad, memoria y conmemoración: la experiencia de la marchaRearme en el Chile post-dictadorial
Marcia Escobar Nieto & Roberto Fernández Droguett
Resumen: En el año 2005, a partir de un proceso de investigación sobre la marcha de conmemoración del Golpe de Estado de 1973 en Chile, un grupo de científicos sociales decidimos desarrollar una acción performativa para intervenir en esta conmemoración y contribuir así a tensionar sus prácticas y significados, con el objetivo de promover nuevas formas de recordar ese periodo de nuestra historia. Este artículo aborda el análisis de la marcha tal como se realizaba hasta ese momento y del proceso de organización y realización de esta acción performativa, llamada marchaRearme, analizando sus fundamentos y alcances. La idea es mostrar cómo la noción de performatividad fue central para el desarrollo del proceso y para su análisis posterior. A propósito de esta experiencia, también nos interesa discutir sobre las posibilidades y alcances de la noción de performatividad en la investigación y la intervención social, particularmente en aquellas temáticas relacionadas con la política y las memorias del pasado violento y conflictivo de la sociedad.
Palabras clave: conmemoración, performatividad, memoria, intervención estético/política
Índice
1. Introducción
2. Aproximaciones teóricas y políticas a la noción de performatividad
3. Marcha conmemorativa del 11 de septiembre de 1973: una breve historia
4. Características de la marcha hasta el 2004
5. Algunas interpretaciones sobre la marcha conmemorativa del 11 de septiembre: lugares, conmemoraciones y sedimentación de las memorias
6. Una propuesta para contribuir a la construcción de nuevas memorias y la inclusión de otras identidades: antecedentes y efectos de la marchaRearme
7. Conclusiones: investigación cualitativa, performatividad y política
El año 2006, durante la marcha que cada 11 de de septiembre1) se realiza en Chile para conmemorar el golpe de Estado de 1973, un manifestante encapuchado lanzó una bomba molotov contra una ventana del palacio presidencial de La Moneda. El hecho generó un intenso debate sobre la seguridad de la marcha y sobre la capacidad que tienen las agrupaciones de derechos humanos, tradicionalmente organizadoras de dicha conmemoración, para controlar a los sectores más radicalizados. [1]
Este hecho fue el fundamento del gobierno chileno para romper, durante el año 2007, con una tradición conmemorativa asentada desde comienzos de esa década. A diferencia de años anteriores, se prohibió el paso de la marcha (realizada el domingo 9 de septiembre) por la calle Morandé, a un costado del palacio presidencial. Se realizó un despliegue policial sin precedentes, que prácticamente clausuró toda la circulación en las inmediaciones del sector. Así se impidió, oficialmente, el paso por un lugar emblemático en las conmemoraciones del 11: la puerta de Morandé 80, por donde fue sacado el cuerpo sin vida del presidente Salvador Allende la tarde del 11 de septiembre de 1973. [2]
El día martes 11 de septiembre, el gobierno sólo autorizó el ingreso de dirigentes sociales y políticos, debidamente acreditados y empadronados en una lista, al sector de Morandé 80. Esta acción dejó muchas personas que querían rendir homenaje al presidente Allende sin posibilidad de traspasar el cerco policial. [3]
Los hechos relatados, entre otros, han marcado la historia de la marcha y en este sentido, han ido configurando la memoria del golpe de Estado y de la dictadura militar chilena. Entendemos la memoria como una construcción dialógica y plural que emerge como resultado de la tensión de diversos discursos relativos al pasado, presentes en la trama social. Estos discursos no sólo son enunciables a través de las palabras, sino también a partir de acciones simbólicas que aluden a los hechos ocurridos. Como proceso eminentemente social, la memoria tiene como resultado un conjunto de memorias colectivas de diversos grupos (HALBWACHS 1925). [4]
Como investigadores de estas memorias, la marcha se ha constituido como un excelente campo de estudio sobre el tema. Como sostiene JELIN:
"[...] las fechas conmemorativas, con su recurrencia en el ciclo anual, son puntos de entrada privilegiados para el análisis de la tensión entre los rituales que se reiteran y reflejan continuidades identitarias y de sentido, por un lado, y las fracturas, cambios y transformaciones en las prácticas y significados de la conmemoración, por el otro" (JELIN 2002, p.2). [5]
En este sentido, una conmemoración como la marcha del 11, expone diversas formas de recordar el golpe de Estado y la dictadura, dando cuenta de las tensiones y los debates en torno a las memorias que se construyen de este período y las prácticas del recuerdo que se desarrollan en el espacio público. Estas tensiones no sólo se condensan en el ejercicio conmemorativo propiamente tal, sino también en el diálogo social que la conmemoración establece con otros sectores de la sociedad, así emergen diversas posiciones políticas desde las que se construye un cierto qué, cómo y cuándo se debe recordar. [6]
Conmemorar: "Memoria o recuerdo que se hace de alguien o algo, especialmente si se celebra con un acto o ceremonia" (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 2001, p.626). Conmemorar es hacer memoria juntos. A partir de esta definición es posible sostener que una conmemoración es una práctica colectiva que permite que la memoria se estabilice temporal y espacialmente, desplegando en puntos cronometrados de la ciudad, diversas acciones que apuntan a generar el recuerdo. Para construir nuestros pasados, fijamos la memoria en objetos, fechas y lugares, permitiendo que ésta mantenga la conexión entre el pasado, lo que se recuerda, y el presente (HALBWACHS 1925; RADLEY 1990; FERNÁNDEZ 1994; VÁZQUEZ 2001; VÁZQUEZ & MUÑOZ 2003). Por este motivo las conmemoraciones juegan un rol fundamental en la permanencia de la memoria, en la medida que la organizan y la sistematizan para que no desaparezca (JELIN 2002). Ahora bien, al tiempo que cumplen esta función, también colaboran en la cristalización y sedimentación de narraciones oficiales de la memoria, "lo que hace en la mayoría de las veces que ésta se convierta en algo inerte, uniformizador y vacío de sentido. Una especie de domesticación del recuerdo" (VÁZQUEZ & MUÑOZ 2003, p.258). [7]
Es justamente esta dimensión domesticada de la memoria la que ha sido uno de los ejes de nuestras preocupaciones, no sólo investigadoras sino también personales. Ambos autores hemos estado involucrados como actores sociales en las conmemoraciones del golpe de Estado y la dictadura militar chilena, participando en reiteradas ocasiones en la marcha y compartiendo una visión crítica sobre el desarrollo de la misma a través de los años. Esta visión se ha traducido en un cierto descontento con la rigidización de las prácticas conmemorativas y un deseo de contribuir a la dinamización de éstas. Es por ello que transformamos esta preocupación en investigaciones concretas: nuestras respectivas tesis de Magíster en Psicología Social (ESCOBAR 2006; FERNÁNDEZ DROGUETT 2006a), desarrolladas en el marco del programa de investigación Memoria Colectiva e Identidades Sociales: cuerpos, estéticas y espacios2) y que nos condujeron a obtener el grado de Magíster en Psicología Social otorgado por la Universitat Autonoma de Barcelona/Universidad ARCIS. [8]
Nuestro posicionamiento científico se sostiene en los postulados de la psicología social crítica (FERNÁNDEZ 1994, 2000; IBÁÑEZ 1994, 1996). Sobre esta perspectiva podemos decir que:
"[...] una primera característica es la radical disconformidad con las perspectivas convencionales de la psicología y de las ciencias sociales en general, cuyo norte principal ha sido el mejoramiento de problemáticas individuales y sociales a través de la aplicación de diagnósticos y técnicas manejados por especialistas. Al contrario, la PSC [Psicología Social Crítica] es antes que nada una práctica política, en la medida que su objetivo es contribuir al análisis crítico y a la transformación de la realidad social más que a su mejoramiento" (FERNÁNDEZ DROGUETT 2006b, p.3). [9]
En términos generales, los planteamientos de esta perspectiva suponen que: 1) la realidad es una construcción histórica y simbólica por lo que toda práctica debe ser situada en una cultura así como también en un tiempo y un espacio determinados; 2) que las personas son agentes de esta realidad y que la construyen a través de sus prácticas; y 3) que las investigaciones científicas son dialógicas y que tienen un carácter generativo, lo que implica que son prácticas sociales en las que se integran diversos actores (en el caso específico de las ciencias sociales, los investigadores y los investigados) que contribuyen a crear el objeto que estudian. [10]
Como planteó MARTÍN-BARÓ3) (1995), al objetivo tradicional de la psicología social de conocer la conducta humana para predecirla y controlarla, le podemos oponer un objetivo diferente, el de contribuir a la liberación individual y social. En palabras del autor: "no se trata de anticipar mecánicamente el futuro; se trata de poner a disposición de los actores sociales los conocimientos que les permitan proceder más adecuadamente en cada circunstancia en función de unos valores y principios sociales" (MARTÍN-BARÓ 1995, p.48). [11]
Es justamente la dimensión política de la investigación social la que nos llevó a preguntarnos por: 1) el sentido de la marcha conmemorativa tradicional del 11 de septiembre y su efecto en la construcción del pasado de los conflictos violentos chilenos; y 2) la posibilidad de concebir una intervención performativa que contribuyera a tensionar las prácticas y los significados posibilitados por dicha marcha. Como sostiene VÁZQUEZ (2001), el carácter intersubjetivo de la memoria implica considerarla como un proceso siempre abierto, en permanente construcción de sentidos sobre el pasado, cuyo resultado es una variedad de narraciones que se cruzan y se reformulan permanentemente. Esto es lo que le da a la memoria su carácter dinámico y cambiante: "La memoria es la antítesis de un proceso acabado, no es simple reproducción ni reiteración inalterable de acontecimientos cronológicamente ordenados e invariables" (VÁZQUEZ 2001, p.164). En este sentido, creemos que la investigación social no sólo se juega en el ámbito de la producción de conocimiento, sino también, al menos en determinadas circunstancias, en la promoción de visiones críticas y de alternativas para la transformación social. [12]
Con esta intención surgió la propuesta de la marchaRearme, dispositivo performativo de carácter estético/político, cuyo objetivo fue contribuir a la transformación social a través de la tensión de los fundamentos y las prácticas asociadas a la marcha tradicional, instalando la posibilidad de nuevas formas de conmemoración en el espacio público. [13]
En este artículo desarrollaremos lo que entendemos por performatividad y su relación con la memoria. También nos referiremos a la marcha que cada 11 de septiembre se realiza en Chile para conmemorar el golpe de Estado de 1973, centrando el relato en su historia, en sus principales características y en nuestro análisis de los efectos en la construcción de las memorias de la sociedad chilena. Luego, daremos cuenta del proceso de organización y realización de la intervención performativa marchaRearme, para finalmente analizar sus fundamentos y alcances. [14]
2. Aproximaciones teóricas y políticas a la noción de performatividad
Durante los últimos años el concepto de performatividad se ha comenzado ha utilizar, cada vez con mayor frecuencia, como categoría de análisis e interpretación de diversas temáticas socio-históricas. Entre ellas el lenguaje (AUSTIN 1962), el género (BUTLER 2001, 2002; PRECIADO 2002), la identidad (BUTLER 1997) y la memoria (TAYLOR 1997; DEL CAMPO 2004; REGUILLO 2005) son las que emergen con mayor fuerza. [15]
Inicialmente, el concepto "performative" (traducido al castellano como realizativo) fue propuesto por AUSTIN (1962) para nominar a aquellas expresiones del lenguaje que no describen un cierto estado de cosas, que no son verdaderas ni falsas y que al ser dichas ejecutan el acto que nombran o al menos parte de él. En el argumento del autor, las expresiones realizativas se distinguen de los enunciados constatativos, que son aquellos a los que sí se puede adjudicar un valor de verdad. Si bien inicialmente y bajo ciertas condiciones esta distinción parece funcionar, al analizar algunas expresiones con mayor detalle, resulta problemática. Un ejemplo posible lo constituye la descripción científica: desde una perspectiva científica tradicional se sostiene que ésta permite clasificar y ordenar aquello que estudia, no obstante, aún cuando se asemeje en forma a la constatación, lo que esta descripción científica hace al proponer una cierta taxonomía, es prescribir las maneras en que algo debiese ser visto y entendido. En este ejemplo la forma constatativa del enunciado es sólo superficial, puesto que la operación clasificatoria imprime a lo dicho fuerza realizativa, esto quiere decir que enunciados que a primera vista pueden ser catalogados en el ámbito de lo descriptivo, en segundo término dan forma a la realidad, permitiendo que sólo algunas lecturas sean posibles y dejando fuera muchas otras. Desde el lugar del investigador, este punto no debe pasar desapercibido, en la medida que toda producción académica tiene un efecto sociopolítico. [16]
Frente a esta dificultad, AUSTIN (1962) propuso una segunda aproximación, en la que los actos de habla son considerados como enunciados cuyo carácter es al mismo tiempo locutivo, ilocutivo y perlocutivo (AUSTIN 1962). El acto locutivo es aquel que se ejecuta por decir algo, el acto ilocutivo se relaciona con la intención que el hablante tiene al decir una cierta expresión y el acto perlocutivo es la consecuencia que tienen los dichos del hablante en el oyente. Cada vez que se dice algo, se está frente a una acción que tendrá consecuencias y que cambiará el estado de las cosas con las que se relaciona. [17]
Ese es particularmente el carácter de lo performativo en BUTLER (2002, 1997). Decir, por ejemplo, "este bebé es una mujer" o simplemente "es mujer", no sólo describe en términos verbales una forma corporal específica, sino que al mismo tiempo define, histórica y culturalmente, qué tipo de persona se ha de ser en una sociedad determinada, delimitando una posición y rangos de acción a partir de esta descripción específica. [18]
Las propuestas que esta autora ha hecho sobre el concepto han variado su énfasis desde una noción de la performatividad como un acto teatral (el performance) hacia una propuesta más lingüística, vinculada al concepto de actos de habla realizativos, propuesta por AUSTIN (1962). [19]
En El género en disputa la autora sostiene:
"Como en otros dramas sociales rituales, la acción de género requiere una actuación repetida, la cual consiste en volver a realizar y a experimentar un conjunto de significados ya establecidos socialmente, y ésta es la forma mundana y ritualizada de su legitimación. Aunque haya cuerpos individuales que llevan a cabo estas significaciones al estilizarse en modos de género, esta 'acción' es pública. Esas acciones tienen dimensiones temporales y colectivas, y su carácter público no deja de tener consecuencias; de hecho, la actuación se efectúa con el objetivo estratégico de mantener al género dentro de su marco binario, aunque no puede considerarse que tal objetivo sea atribuible a un sujeto, sino, más bien, que funda y consolida al sujeto.
El género no debe interpretarse como una identidad estable o un lugar donde se asiente la capacidad de acción y de donde resulten diversos actos, sino, más bien, como una identidad débilmente constituida en el tiempo, instituida en un espacio exterior mediante una repetición estilizada de actos. El efecto de género se produce mediante la estilización del cuerpo y, por lo tanto, debe entenderse como la manera mundana en que los diversos tipos de gestos, movimientos y estilos corporales constituyen la ilusión de un yo con un genero constante" (BUTLER 2001, pp.171-172, cursivas en el original). [20]
Estos actos son internamente discontinuos y generan la ilusión de la sustancia. En este sentido, la sustancia no es más que una construcción que no preexiste al acto mismo (BUTLER 2001). [21]
A partir de esta cita se puede imputar a BUTLER el carácter teatral del género, en tanto éste adquiere su forma en esta sucesión de actos que podrían entenderse como la acción voluntaria de un yo que interpreta o que se expresa. Sin embargo, no es el yo o, alternativamente, un individuo autónomo el que decide si quiere o no actuar de una cierta forma, puesto que la performatividad está inscrita en la cultura y en las posibilidades históricas que delimitan el rango de acción posible, pensadas ambas, como estructuras que trascienden a los sujetos, o más bien como estructuras que sujetan a los individuos: "Estas normas de género, estos actos y gestos que nos esperan antes del nacimiento son interpretados por BUTLER en términos similares al orden simbólico lacaniano, el lenguaje, una estructura que ya está ahí, y que va a ser determinante en la producción de la subjetividad" (PRECIADO en BUTLER 1997, p.11). La diferencia con la propuesta de Lacan radica en que esta estructura que precede a los sujetos es histórica y, en tanto tal, la producción y materialización de los cuerpos que importan puede transformarse. [22]
En la misma dirección, BUTLER (2001) sostiene que los actos performativos operan en el marco de la significación, esto es, los actos son parte de prácticas de significado que permiten dar inteligibilidad a los sujetos y su actuar:
"[...] el lenguaje se refiere a un sistema de signos abiertos mediante el cual se crea y se impugna insistentemente la inteligibilidad. Como organizaciones de lenguaje históricamente específicas, los discursos se presentan en plural, coexisten dentro de marcos temporales e instituyen convergencias impredecibles e involuntarias a partir de las cuales se engendran modalidades específicas de posibilidades discursivas" (BUTLER 2001, p.175). [23]
Ahora bien, la significación, para BUTLER, "no es un acto fundador, sino más bien un proceso reglamentado de repetición" (2001, p.176) en el cual se naturalizan y substancializan las diferencias de género o, en términos más generales, de identidad. [24]
En el texto Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo", BUTLER (2002) enfatiza el aspecto lingüístico de la performatividad y subraya, al mismo tiempo, que el carácter performativo de los actos no se puede reducir a la mera interpretación de un papel en un escenario social:
"[...] la performatividad no es pues un 'acto' singular, porque siempre es la reiteración de una norma o de un conjunto de normas y, en la medida en que adquiera la condición de acto en el presente, oculta o disimula las convenciones de las que es una repetición. Además, este acto no es primariamente teatral; en realidad su aparente teatralidad se produce en la medida en que permanezca disimulada su historicidad (e, inversamente, su teatralidad adquiere cierto carácter inevitable, por la imposibilidad de revelar plenamente su historicidad). En el marco de la teoría del acto de habla, se considera performativa a aquella práctica discursiva que realiza o produce lo que nombra" (BUTLER 2002, p.34). [25]
La reiteración es siempre la repetición de una cita social que establece las condiciones para que, en un determinado contexto histórico y cultural, una identidad se pueda leer o, más específicamente, se pueda convertir en un interlocutor válido de la sociedad en que habita. Cuando se refiere a estos sujetos válidos, también, al mismo tiempo, en la operación de la identidad se construye un exterior en el que circulan aquellas identidades que no participan de la lógica social imperante: sujetos abyectos, cuerpos que no importan, pero que existen. [26]
Esos cuerpos excluidos pueden, en un acto de resistencia, apropiarse del lugar de la exclusión, para desde ahí constituir un nuevo lugar de enunciación. Ese es el caso de lo queer, término despectivo que designa a los maricones y marimachas (maribollos, degenerados), pero que pueden, en el ejercicio de su exterioridad, mostrarse como desnaturalizadores de las prácticas que los constituyen como excluidos. [27]
Si bien esta noción de performatividad está bastante extendida en las ciencias sociales a partir de los trabajos de los autores de la pragmática lingüística y de los aportes o aplicaciones que de ellos se han realizado en las teorías queer, existen otras nociones que se desprenden de las investigaciones aplicadas al ámbito de la memoria. [28]
TAYLOR (1997) ha investigado la relación del performance y la memoria en Argentina. La autora analizó y comparó las acciones llevadas a cabo por las Madres de Plaza de Mayo y la acción de H.I.J.O.S.4) Sus planteamientos podrían superponer dos lógicas de performance: por un lado la noción más butleriana que se refiere a la performatividad del acto en tanto cita social y por otro, al performance como la escenificación de las tensiones de la memoria o, en otras palabras, como la manera en que estos grupos han conseguido mantener el tema de la violación a los derechos humanos durante la dictadura militar argentina en el campo público. [29]
En el primer sentido, se puede entender el movimiento de las Madres de Plaza de Mayo como el resultado de la apropiación del significado normalizado del ser madre. Para los agentes de la dictadura en el país trasandino, las mujeres debían apartarse del terreno público y político y recluirse en sus hogares para cuidar de sus familias. Las Madres de Plaza de Mayo sostienen su acción política, su salir a la calle, desde la preocupación que una buena madre debiese tener si un integrante de su familia no vuelve al hogar (TAYLOR 1997, s/d):
"El escenario aterrador, en el cual estas mujeres se sintieron comprometidas a insertarse como Madres, fue organizado y mantenido en torno a una gran definición coercitiva, no solamente de la ciudadanía civil, sino, además de una definición de lo 'femenino' y de la maternidad. El movimiento de las Madres ha sido brillante porque aceptó la lógica del cuerpo-estatal patriarcal y, simultáneamente, revirtiéndolo para mostrar todas sus contradicciones. Las mujeres proclamaban estar haciendo sólo aquello que se supone que tenían la obligación de hacer – cuidar y buscar a sus hijos. Pero ¿qué pasa cuando estas buenas madres, en virtud de esa misma responsabilidad sobre sus hijos, se ven forzadas a salir a buscarlos fuera del hogar y confrontar a los poderes? – ¿Dejan de ser madres? – ¿O dejan de ser a-políticas? Este espectáculo remarca las fisuras en la lógica del Estado" (TAYLOR s/d, p.2). [30]
Si bien este extracto evidencia que las Madres se apropian de la norma impuesta, la diferencia con lo que postula BUTLER (2001, 2002, 1997) podría radicar en que, para esta autora, las citas performativas refieren a normas naturalizadas y no a aquellas asignadas por una dictadura. En el gesto extremado del ser madre se expone, en acto, la paradoja de la prohibición, mostrando públicamente los puntos débiles/fuertes de la obligación del ser madre y dueña de casa, pues es ese extremo el que le da el soporte para que el acto performativo se apropie del espacio público. Aunque el gesto de la apropiación de un lugar de enunciación como éste se parece al de la ofensa queer, la diferencia es radical en la medida que las Madres inscriben su performance en un guión que no es transgresor en términos identitarios, sino específicamente en términos de la política del recuerdo. Esto quiere decir que los actos realizados por las Madres no aportan a la desnaturalización del rol impuesto, como sí lo haría la apropiación del insulto (TAYLOR 1997). [31]
Por otra parte, la actuación de H.I.J.O.S. remite a una cita de procedimiento:
"H.I.J.O.S. ha invertido las tácticas de terror usadas por las Fuerzas Armadas en contra de ellos mismos de una manera brillante. Como en la época de la dictadura, el escrache [acción de carácter carnavalesco, cuyo objetivo es la denuncia pública de los agentes del Estado que fueron torturadores y asesinos durante la dictadura; su símil chileno es la FUNA] sucede en la casa de la persona perseguida. Los perseguidores se infiltran en espacios normalmente restringidos para ellos y cogen a sus presas fuera de guardia [...] Los escraches, igual que los ataques militares durante la dictadura, involucran a los espectadores y los vecinos [...]. Al hacer 'blanco de ataque' a un individuo, los escraches también apuntan sobre la complicidad silenciosa de aquellos, que durante el período de dictadura, optaron por ignorar la violencia que sucedía alrededor suyo" (TAYLOR s/d, p.6). [32]
En ambos casos, los actos performativos se remiten a citas de carácter social (tanto identitarias como de procedimientos), pero su énfasis está en las imposiciones de un gobierno dictatorial. [33]
La segunda forma en que TAYLOR propone el estudio del performance de la memoria, se aleja de la concepción de BUTLER y se acerca a las nociones propiamente teatrales. En este sentido la autora señala:
"La teoría de 'performance' viene de estudios antropológicos que se enfocan en dramas sociales y colectivos y de estudios teatrales. Incluye múltiples tipos de eventos en vivo -puestas teatrales, bailes, ritos, manifestaciones políticas, deportes, fiestas (entre muchos). Por performance se entiende lo restaurado, lo (re)iterado, lo que Richard Schechner llama twice behaved behavior – 'repertorio reiterado de conductas repetidas' " (TAYLOR s/d, p.1). [34]
A partir de esta definición, TAYLOR plantea al performance como un acto siempre presente que reitera episodios del pasado para otorgarles un sitio en las discusiones actuales, esto implica no remitir ciertos hechos traumáticos y dolorosos al olvido social. Este performance está anclado en códigos culturales e históricos y extrae de ellos los elementos que le permitirán articular un significado coherente en un lugar específico, exponiendo un discurso sobre una memoria social (TAYLOR s/d). [35]
El escenario propio de estas manifestaciones performativas es el cuerpo:
"El cuerpo es escenario y arma. A través de la performance, hacen visible lo que la dictadura quiso hacer invisible – los desparecidos, los crímenes, los culpables. Reafirman, también que ellos no aceptan el espacio público como zona de prohibición sino que la usan como una arena de solidaridad y acción. La performance hace énfasis en el aquí-mismo del trauma, y el rol de la memoria como una función del presente, no sólo del pasado" (TAYLOR s/d, p.7). [36]
Respecto de este mismo punto, DEL CAMPO (2004) indica que la memoria está corporalizada. Es en el cuerpo individual en el que la memoria se encarna y se expone por medio de sus gestos y de su estilo, siendo estos elementos los que permiten enunciar discursos corporales que remiten al no olvido a través de la creación de estéticas propias del recuerdo de una nación. En palabras de la autora:
"[...] la memoria está inscrita en todas las habilidades (como la memoria de los hábitos sociales de Connerton) que comporta ese sujeto, incluso la de testimoniar el sufrimiento de otros para evitar el olvido, crear estéticas, poéticas, gestualidades, posturas, voces, todo un registro dramático aprendido, recordado y utilizado estratégica e instrumentalmente en diversas puestas en escena de la historia de la nación" (DEL CAMPO 2004, p.84). [37]
Al mismo tiempo señala que la memoria es una categoría espectacular, esto significa que se escenifica a través de ritos y conmemoraciones que condensan imágenes y narrativas que van dando forma a un pasado común. Esto supone a la memoria como una teatralidad, que a través de distintas puestas es escena, dan forma a los relatos e interpretaciones del pasado de los distintos grupos que conforman una cultura específica. Entonces, el acto de recordar sitúa al sujeto en una dimensión espacio/temporal que lo vincula a una identidad grupal e individual propia de su entorno social:
"La memoria social puede ser hallada en ceremonias conmemorativas en tanto éstas son 'performativas'. Connerton ve en el estudio de las ceremonias conmemorativas y las prácticas corporales la posibilidad de estudiar la memoria colectiva como acto de transferencia y modos de resistencia que permitirían explicar el cambio social. En esta definición hay un reconocimiento de la memoria que escapa a la visión tradicional que la limita, desde la filosofía, a un acto mental, individual, y cognitivo, por su mayor parte. Este desarrollo de los aspectos 'habituales' y 'performativos' de la memoria abre las puertas a una noción espectacular de la memoria colectiva, tanto como producto de los sectores de poder, como de los sectores subalternos" (DEL CAMPO 2004, p.75). [38]
En este fragmento se puede comprender la importancia de la teatralidad en la vida cotidiana para la construcción de la memoria colectiva. El carácter teatral, para esta autora, puede ser abordado de dos maneras: 1) a partir de lo que señala BURNS (citado por DEL CAMPO 2004), la teatralidad sería un efecto que surge del ser mirado, es decir, la teatralidad no sería un atributo de la escenificación sino que emergería a partir de la lectura que otros puedan hacer del drama social que ahí se presenta. Para realizar esta lectura, estos otros, observadores de la teatralización, deben conocer las claves culturales que les permitirán descifrar una escena presente referida a elementos propios del pasado conjunto; y 2) desde lo propuesto por GOFFMAN (2004), no existiría distancia entre espectador y actor, puesto que esto implicaría un lugar pasivo para quien que observa, sino que cada uno de los roles se estaría constituyendo en un proceso fluido de alternancia de la acción. [39]
DEL CAMPO se inclina por esta segunda opción. Para la autora, la propuesta de GOFFMAN resulta altamente apropiada para la investigación de las teatralidades sociales en la medida que "abarca todos los usos de estrategias y códigos dramáticos en juego en la puesta en escena de un rol social, sea este percibido como teatral o no. Es más, lo fundamental en la credibilidad del rol es precisamente el borrar en la 'representación' su carácter de construido" (DEL CAMPO 2004, p.43). [40]
A diferencia de TAYLOR, DEL CAMPO prefiere la noción de teatralidad a la de performance. Esto se debe a que para esta autora el concepto de performance proviene de otro ámbito cultural que distancia las posibles investigaciones del concepto teatral propiamente latinoamericano. Asimismo, otro aspecto que la lleva a optar por la teatralidad dice relación con que el performance implica conciencia e intencionalidad en el acto, lo que no considera necesario para las investigaciones en torno a la memoria colectiva.
"Es desde este contexto que optamos por una concepción de las teatralidades sociales como la articulación, a partir de estrategias dramáticas (visuales, lingüísticas, sonoras, espaciales, sensoriales y en base a estilos, géneros y retóricas dramáticos) adoptados por los aparatos e instituciones culturales y por los grupos subalternos para articular sus sentires respecto de la historia y el acontecer social y apelar – a partir de puestas en escena en la esfera pública cotidiana y en base a un imaginario compartido- a la sensibilidad social para modelarla con miras a constituir a esos espectadores en agentes activos de su propia historia o en receptores de las visiones de mundo articuladas por las autoridades culturales a partir de estos imaginarios. Estas teatralidades en constante producción y confrontación se ponen en escena en el espacio público como la esfera en que se lleva a cabo la negociación de sentidos del acontecer y la praxis de esa sociedad" (DEL CAMPO 2004, pp.49-50). [41]
A diferencia de DEL CAMPO (2004), REGUILLO (2005) no distingue entre la noción de teatralidad o dramatización y la de performance, para esta última autora ambos conceptos son adecuados al momento de pensar en la operación de escenificación de la memoria. En su texto Memorias, performatividad y catástrofes: cuidad interrumpida se refiere a situaciones que cataloga como catástrofe social (ejemplifica a través de dos específicas: la primera es la serie de explosiones por gasolina ocurridas en Guadalajara en 1992 y la segunda es el incendio de la discoteque Cromañón en el año 2004 en Buenos Aires; en ambos accidentes murió más de un centenar de personas). En estas situaciones los sobrevivivientes o testigos del hecho son atrapados en la lógica mediática de noticias sensacionalistas y en ese instante, inmediato y pasajero, pueden hablar de la experiencia y proclamar la necesidad de no olvidar y de hacer justicia. Aunque el espacio mediático se esfuma rápidamente, es el lugar de la víctima el que le da el poder de realizar intervenciones en el espacio/tiempo:
"[...] la víctima proyecta un recuerdo anticipado de la ausencia de orden, de sentido, de legibilidad, ella opera una solución de continuidad entre el pasado y el futuro, instalándose en un presente permanente en el que queda fijada la tragedia, la catástrofe. Su condición la habilita para inaugurar un espacio, un territorio en el que se condensan las señales, los símbolos, las metáforas: las plazas, un recinto, una calle, cuyas historia quedan atadas al acontecimiento que trastoca para siempre su sentido de ser y de existir" (REGUILLO 2005, p.1-2). [42]
En este sentido, la autora propone a la víctima (en el mismo lugar se podría poner a la situación de catástrofe en la medida que la presencia de la víctima connota la ausencia producida por el accidente) como el analizador más adecuado para investigar los dispositivos de la memoria: acontecimiento, lugar y dramatización (REGUILLO, 2005). Cualquier situación inesperada y de consecuencias adversas, reúne dos lógicas de abordaje: por un lado existe un esfuerzo colectivo para hacer inteligible históricamente el acontecimiento vivido; por otro, hay un esfuerzo por generar una estrategia comunicacional que le de visibilidad al hecho. La producción de visibilidad se relaciona con la dramatización o performance que permitiría organizar el ritual y la protesta que ubica el acontecimiento en el imaginario social, desde condiciones de producción propias de una época histórica, así como anclada en significados propios de la historia local. A través de estos elementos se muestran las tensiones de las distintas memorias e interpretaciones del pasado. La importancia de esto, en palabras de la autora, radica:
"En la potencia articuladora y eventualmente transformadora del ritual performativo, clave hoy en una sociedad que no puede prescindir del lenguaje inter-medial del símbolo hecho acción, se opera una llamada a una emocionalidad que resulta 'indecible' desde el lenguaje oficioso de la política. Esa es su potencia, su especificidad, hablar en el registro de lo no enunciable más que por el performance, que rompe las costuras, los límites, los bordes del texto 'serio' de la política. Pero ello no significa que la expresión performativa constituya un lenguaje residual o una gramática 'por defecto'.
Quizás lo más relevante en la relación entre acontecimiento, lugar y performatividad, radica en que el lenguaje estético-simbólico de esta última opera un puente entre el tiempo extraordinario de la protesta y el tiempo ordinario de la vida cotidiana, entre lo estructural y lo coyuntural que al retornar al centro del espacio público, abre las condiciones para la emergencia de unas políticas del recuerdo, abiertas a la reinterpretación política y cultural y a la re-actualización semiótica" (REGUILLO 2005, p.10). [43]
La idea de una emocionalidad "indecible desde el lenguaje oficioso de la política" se podría entender como la necesidad remover a la palabra verbal o escrita del centro del lenguaje y ampliar sus márgenes hacia un lenguaje que manifiesta su sentido por medio de la realización de acciones. Esto implica abrirlo a otras cualidades expresivas o, en palabras de REGUILLO, "comunicativas". Esto supone que se requiere de otra lógica, distinta a la que utiliza la narrativa política tradicional, en las manifestaciones dramáticas o performativas en el enclave social. [44]
Las nociones de performance, teatralidad y dramatización muestran cómo las tensiones de la memoria pueden ponerse en juego en distintas instancias en el espacio público. Pensando en esto es que hemos analizado la marcha conmemorativa tradicional del 11 de septiembre que se realiza en Chile para, posteriormente, proponer una acción performativa que permita contribuir a la diversificación de narraciones sobre el pasado chileno. [45]
Queremos puntualizar que la dinámica de la conmemoración es performativa, en la medida que es un rito que año a año se reitera bajo las mismas claves de lectura. Es decir, es una cita normalizada que construye un pasado específico a través de la estabilización de una cierta gestión del espacio de la ciudad. Esta gestión se ha ido construyendo históricamente pero, al mismo tiempo, ha disimulado las condiciones para su transformación. En ese sentido, al pensar analíticamente en conmemoración se restringe la posibilidad de su intervención. Es por esto que hemos enfocado el concepto desde la noción de performatividad, pues aún cuando se refiera en parte a lo normalizado, también muestra el anverso a través de la apropiación de los lugares, en este caso narraciones, que la práctica ritual ha situado en la exclusión. [46]
3. Marcha conmemorativa del 11 de septiembre de 1973: una breve historia
Desde el 11 de septiembre de 1973, día del golpe militar en Chile, las fuerzas armadas y policiales desplegaron una fuerte represión contra los sectores vinculados a la Unidad Popular. Esta represión se caracterizó por ejecutar detenciones masivas, extrañar ciudadanos, aplicar torturas, efectuar ejecuciones sin el proceso judicial ajustado a derecho y posteriormente, en algunos casos, hacer desaparecer los cuerpos de los muertos. El Informe Nacional de Verdad y Reconciliación (1991) suscribe 2.115 muertos por violación a los derechos humanos por parte de agentes del Estado, entre los que se cuentan aquellos de los que se han encontrado sus restos y otros que permanecen, hasta el día de hoy, desaparecidos. El Informe Nacional sobre Prisión Política y Tortura (2005) consigna más de 28.000 afectados por detención y tortura. [47]
Debido al altísimo nivel de represión y persecución política, a finales de la década del setenta y principio de los años ochenta se comienzan a realizar las primeras manifestaciones contra la dictadura en el espacio público. Éstas irán cobrando, a partir del año 1983, cada vez mayor fuerza y envergadura. Hasta 1978, el 11 de septiembre en Chile era una fecha de festejo de los sectores afines a la dictadura, pero entre 1978 y 1981 se produce una transición entre "los 11 de celebración masiva y los 11 de protesta desatada contra el gobierno" (CANDINA 2002, p.17). En ese momento se iniciaron diversas manifestaciones contra la dictadura militar para denunciar la represión y las violaciones a los derechos humanos. El 11 de septiembre se transformó en un día de manifestaciones en el que se realizaban visitas a la tumba de Salvador Allende en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar5), a la tumba de Víctor Jara6) y al Patio 297), ambos lugares ubicados en el Cementerio General de Santiago. En estas acciones se expresaba no sólo el duelo por la represión sino también por la pérdida de la libertad y la democracia. [48]
Entre 1982 y 1987, el 11 de septiembre se mantuvo como una fecha de protesta en el marco de una creciente oposición al régimen militar. Dichas protestas expresaban mayores grados de organización y masividad que en años anteriores. La crisis económica de 1983 jugó un rol fundamental como detonante del descontento popular, el que se expresaba en manifestaciones que se tornaban cada vez más radicales y violentas. Se comenzaron a organizar grupos opositores a la dictadura militar conformados por partidos políticos de centro y de izquierda, así como también por movimientos sociales de diversa índole, entre los que podemos mencionar sindicatos, agrupaciones estudiantiles, agrupaciones poblacionales y organizaciones de defensa de los derechos humanos (CANDINA 2002). [49]
El año 1986 es considerado por los grupos y partidos opositores a la dictadura militar como el "año decisivo" para derrota del régimen: se hizo el hallazgo de las armas internadas por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez8), y ocurrió el atentado, que no tuvo el resultado esperado, a Augusto Pinochet por el mismo grupo político. Si bien estos episodios marcaron el fracaso de la opción armada para derrocar la dictadura, se dio paso a la consolidación de la estrategia institucionalista para vencerla en su propio marco legal.
"Los fracasos militares de 1986 fueron muy importantes en la lucha de las oposiciones. Permitieron dar vuelta a los vacilantes y obtener argumentaciones para debilitar una política que hasta entonces encontraba fuerte justificación ética en la reiteración de la violencia represiva y justificación política en el inmovilismo" (MOULIAN 1997, p.333). [50]
De esta manera se configuró el escenario para el plebiscito de 1988. Este proceso eleccionario, dispuesto en la Constitución de 1980, debía dirimir entre la continuidad de Pinochet en el poder (opción SI) y el llamado a una elección presidencial (opción NO). La mayor parte de los grupos y partidos de la oposición se inscribieron en los registros electorales (unos antes y otros después9)) y llamaron a votar por la opción NO. Comenzaba a consolidarse la lógica de hacer lo posible dentro del restringido marco delimitado por la dictadura opacando, de esta forma, las alternativas políticas más contestatarias. En palabras de MOULIAN:
"[...] para asegurar el retorno a la democracia, para evitar que los militares tuvieran argumentos para quedarse, era indispensable mantener la moderación, la centralización de las decisiones. Cualquier intento de movilización fue motejado de peligroso en función de la ansiada materialización de la posibilidad democrática" (MOULIAN 1997, p.352). [51]
Las manifestaciones del 11 de septiembre de ese año estuvieron absolutamente teñidas por este hito, siendo el llamado a votar por la opción NO el eje articulador de éstas. El 5 de octubre de 1988 se realizó el plebiscito, donde esta opción triunfó con más del 50% de los votos. Al año siguiente se realizaron las elecciones presidenciales, siendo electo Patricio Aylwin Azocar, candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición opositora al régimen militar que reunía a una quincena de partidos cuya diversidad política fluctuaba entre la centro derecha y la izquierda socialista. El 11 de Septiembre de 1989 fue el último vivido en dictadura, en esa oportunidad se realizaron actos masivos en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar y en el Cementerio General de Santiago. En ambos casos se registraron enfrentamientos entre manifestantes y carabineros. [52]
El año 1990 es el primero en que las conmemoraciones del 11 de septiembre se realizan en democracia. Este sentido especial fue realzado por la realización, en los días previos, del entierro oficial de Salvador Allende en el Cementerio General10). A diferencia de años anteriores, la marcha comenzó en el centro de Santiago, para terminar en el mausoleo de Allende. [53]
Para CANDINA (2002) este 11:
"[...] comenzaron los conflictos en la vía pública y en el Cementerio General, que irían agudizándose en los años siguientes y que marcan uno de los principales quiebres de las memorias compartidas por la oposición en la época de la dictadura: la separación entre la postura conciliadora y de "día triste y de reflexión" del gobierno concertacionista y la postura de lucha por encarcelar a los culpables de las violaciones a los derechos humanos, que reivindica abiertamente y confronta con la derecha la obra y las figuras emblemáticas de los caídos en 1973 y en los años siguientes: Salvador Allende, Víctor Jara, Miguel Enríquez11), y el conjunto de los ejecutados políticos y los detenidos-desaparecidos" (CANDINA 2002, p.35). [54]
En 1991 la marcha del 11 de septiembre convocó a miles de personas bajo la consigna "Marcha por la dignidad y esperanza del pueblo chileno". En La Moneda, el gobierno realizó un acto de homenaje a los caídos el 11, bajo la lógica de la reconciliación. [55]
Desde ese momento el 11 de septiembre se ha visto marcado por la presencia de la izquierda extra-parlamentaria12), así como también por la de organizaciones y movimientos reivindicativos de diversa índole. También han resultado frecuentes los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales, los que se han constituido, a lo largo del tiempo, en uno de los elementos rituales de la marcha (FERNÁNDEZ DROGUETT 2006a). [56]
En el año 2000 la marcha conmemorativa sufrió dos cambios significativos (JELIN 2002). El primero fue la autorización oficial para utilizar la calle Morandé como parte de su recorrido. Esto permitió que los asistentes a la conmemoración pudiesen rendir homenajes en el lugar en el que se encontraba la puerta de Morandé 80, que había sido clausurada durante la dictadura y también la detención frente a la estatua del presidente Salvador Allende para depositar ofrendas florales. Antes de esta fecha, nunca se había autorizado el paso por este sector. El segundo cambio fue la presencia del presidente de la república, Ricardo Lagos, en los actos conmemorativos que se realizaban al interior de La Moneda. [57]
Para la conmemoración de los treinta años del golpe militar, el año 2003, el presidente Ricardo Lagos reconstruye y reabre en un acto oficial la puerta de Morandé 80. Al día siguiente el diario La Nación13) titula: "Reabrimos esta puerta para que vuelvan a entrar las brisas de la libertad. Presidente Lagos pidió construir un futuro común para todos los chilenos". Para el ex mandatario Lagos la reapertura de Morandé 80, puerta que "simboliza nuestro sello republicano", fue uno de los actos claves de su mandato. Es importante destacar que dicho acto, donde Ricardo Lagos sale caminando solo por la entrada principal de La Moneda, con un clavel rojo en la mano, para luego volver a entrar por la puerta de Morandé 80, fue inspirado en un acto realizado por el presidente francés Francois Miterrand cuando éste asumió por primera vez en 1981 y realizó un homenaje a una figura del socialismo francés. Como suscribe el mismo diario: "El gesto de Miterrand que inspiró a Lagos. Fuentes de La Moneda confirmaron que Lagos tenía esa imagen en mente cuando se diseñó la "puesta en escena" de la reapertura de Morandé 80". [58]
Paradójicamente, después de tanto acto simbólico cargado de significado, con una cobertura mediática importantísima, al año siguiente, el presidente ni siquiera estuvo en Santiago para la ocasión y no participó en ninguna ceremonia relacionada con el tema14). Asimismo, la prensa apenas da cuenta de algunos actos recordatorios y de disturbios en poblaciones periféricas de Santiago, con una connotación más policial que política. [59]
4. Características de la marcha hasta el 200415)
El proceso de investigación que culmina con la organización de la marchaRearme se centró fundamentalmente en las características de la marcha desde el año 1990 en adelante. A continuación haremos un resumen de los elementos característicos que esta conmemoración ha tenido desde la década del noventa hasta el año 2004. En la gráfica 1 puede apreciarse en color rojo el recorrido de la marcha del año 2004, y el recorrido de la marchaRearme en color amarrillo.
Gráfica 1: Recorrido de la marcha conmemorativa del 11 de septimbre en Chile (color rojo: marcha tradicional 2004; color amarillo:
marchaRearme 2005) [60]
En primer lugar, el punto de partida de la marcha siempre ha estado en las proximidades del palacio de La Moneda, siendo la Plaza Los Héroes, ubicada a tres cuadras de distancia, el lugar de encuentro establecido durante los últimos años para las organizaciones, los partidos y asistentes particulares a esta manifestación. Es allí donde comienzan a congregarse las personas y grupos desde cerca de las diez de la mañana, para partir, cerca de las once de la mañana, con dirección al Cementerio General de Santiago. En ese lapso se despliegan banderas y lienzos y se gritan consignas relativas a la ocasión. La marcha siempre es encabezaba por las agrupaciones de derechos humanos, seguida generalmente de los partidos políticos y las organizaciones sociales. Al final de la marcha suelen ubicarse los sectores más radicalizados, los que van protagonizando enfrentamientos con la policía en el transcurso de la marcha y al final de la misma en las proximidades del cementerio. [61]
Desde el año 2000 hasta el año 2006 la marcha pasa por un costado de La Moneda: la calle Morandé. Ahí los manifestantes se detienen frente al lugar donde se ubicaba la puerta de Morandé 80 y desde el año 2003 donde se la reconstruyó. En la misma calle, al llegar a la Plaza de la Constitución, la marcha se detiene nuevamente frente a la estatua del presidente Salvador Allende. El paso por ambos lugares se ha caracterizado por la colocación de ofrendas florales, por los gritos de consignas relativas a Salvador Allende y las víctimas de la dictadura, así como la entonación de canciones emblemáticas de la Unidad Popular como el Pueblo Unido y el Venceremos. [62]
Desde ese lugar la marcha sigue su paso, por cerca de media hora, hasta el Cementerio General de la ciudad. En este lugar, desde 1994 se realiza el acto central frente al Memorial del Detenido Desaparecido y el Ejecutado Político, ubicado cerca de una de las entradas laterales del cementerio. Al ser un espacio relativamente pequeño, se produce una gran aglomeración de gente, donde muchos no alcanzan siquiera a ver a los dirigentes de las agrupaciones de derechos humanos que son quienes realizan los discursos oficiales, cuyos contenidos se enfocan en el recuerdo de los hechos y de las víctimas, así como en la falta de verdad y de justicia en relación a los atropellos a los derechos humanos. [63]
Al terminar el acto central, e incluso antes, muchos asistentes se desplazan hacia las tumbas emblemáticas que se encuentran en el Cementerio. Algunos de los lugares más visitados son el mausoleo del presidente Salvador Allende, la tumba de Miguel Enríquez, la tumba de Víctor Jara y el patio 29. En estas tumbas se realizan pequeños homenajes, se hacen discursos y se depositan ofrendas florales. Esto los constituye en lugares de conmemoración más íntimos y menos "oficiales" que se diversifican en función de la heterogeneidad política de la marcha. Una hipótesis para explicar esta fragmentación sería que la marcha y el acto central dependen de las agrupaciones de derechos humanos, mientras que estas conmemoraciones tienen menos vínculos institucionales. [64]
Prácticamente todos los años, antes del término del acto, se generan enfrentamientos entre los manifestantes más radicalizados y las fuerzas de orden en las afueras del cementerio. Tales enfrentamientos se trasladan con frecuencia al interior de dicho recinto y suelen culminar con varias decenas de detenidos. [65]
La jornada en el cementerio termina entre las 15.00 y 16.00 hrs. Luego se realizan diferentes actos y homenajes en diversos barrios de la ciudad, con un carácter más local y menos masivo (en general en la marcha participan entre cinco y diez mil personas). Los más importantes se desarrollan en lugares que fueron centros de detención, tortura, desaparición y asesinato. Al caer la noche en algunos barrios populares los manifestantes hacen barricadas y se enfrentan a carabineros, con un nivel de violencia mucho mayor al de las actividades previas. El año 2007 murió un policía alcanzado por un disparo, y en años anteriores han muerto jóvenes víctimas de disparos realizados por policías. Con los años, sin embargo, estos hechos han ido adquiriendo un carácter mediático más policial que político, donde la prensa y el gobierno argumentan que los hechos son más bien el reflejo de la pobreza y marginalidad de ciertos sectores que de los conflictos relativos a la dictadura militar. [66]
5. Algunas interpretaciones sobre la marcha conmemorativa del 11 de septiembre: lugares, conmemoraciones y sedimentación de las memorias
A partir del estudio de la marcha y de sus prácticas simbólicas de conmemoración, desarrollamos una interpretación acerca de su recorrido global y de lo que esto implica en la construcción de las memorias del golpe y la dictadura. Asumimos que la marcha no puede reducirse a lo que las personas, grupos u organizaciones hacen en ella ni tampoco a los lugares específicos donde realizan sus prácticas, sino que resulta necesario pensar, desde la perspectiva de la performatividad, la marcha como un desplazamiento que, en tanto utiliza el espacio urbano con una dirección que tiene fines conmemorativos, promueve un cierto sentido del pasado. [67]
Podemos entender a la marcha como una forma de ritualidad social, donde los grupos hacen visibles sus memorias poniéndolas en la escena pública, al mismo tiempo que las reafirman a partir de actos simbólicos que delimitan el sentido de lo que se recuerda.
"[...] la memoria de una sociedad está inscrita teatralmente entonces en una serie de elementos espaciales, discursivos, visuales y rituales. Cada acto de conmemoración constituye, en su manejo espectacular, una nueva propuesta de versión oficial/pública de ese pasado histórico que intenta – desde el Estado o desde los grupos subalternos – redefinir el accionar futuro a partir de este constante proceso de construcción y reconstrucción de imágenes, de resemantización de los símbolos ya cargados con una historia de prácticas tradicionales" (DEL CAMPO 2004, p.70). [68]
Por lo tanto, cualquier conmemoración implica una puesta en escena en un determinado escenario, que transmite significados relativos a una narración específica de los hechos que se recuerdan, con un marcado carácter normativo. "La conmemoración aporta marcos de referencia que indican cómo se ha de recordar, qué se ha de recordar y qué significa esa memoria" (VÁZQUEZ 2001, p.130). De este modo, se produce, al mismo tiempo, un efecto de continuidad del pasado en el presente por medio de fechas y lugares establecidos, así como la estabilización de ciertas narraciones que se van configurando como las verdaderas. En palabras de VÁZQUEZ (2001, p.129) "la institucionalización constituye un referente de legitimidad y legitimación: indica las cosas que han sucedido y cómo las cosas deben de suceder". [69]
La dimensión normativa de las conmemoraciones se ancla en la observancia, por parte de quienes conmemoran, de ciertos rituales en los que se exponen los contenidos de la memoria que se quiere transmitir (VÁZQUEZ 2001; JELIN 2002). El aseguramiento de los simbolismos adecuados a las versiones de la memoria que se quiere promover en las conmemoraciones, tiene como consecuencia el carácter organizado y normativo de sus ritos. Esto implica que no se puede conmemorar de cualquier modo y, por lo tanto, las prácticas conmemorativas no tienen un carácter espontáneo sino previamente establecido y delimitado, sea por la costumbre o por normas establecidas por los propios organizadores de la conmemoración, o por una mezcla de ambas. Desde la perspectiva de BUTLER (1997, 2001, 2002) la conmemoración normativa podría ser conceptualizada también como la reiteración de un discurso social específico cuya consecuencia directa es la cristalización de ciertas formas de hacer memoria que limitan la expresión de las tensiones posibles. El mantenimiento de la memoria en las conmemoraciones supone entonces el respeto y apego a las tradiciones y ritos que las caracterizan, así como también el efecto de cohesión y continuidad en la colectividad implicada en tanto comparten significados y símbolos de una memoria compartida, en palabras de CANDAU se produce, al mismo tiempo, la "unidad imaginada del acontecimiento conmemorado y unidad imaginaria del grupo conmemorante" (CANDAU 2001, p.146). [70]
Desde este punto de vista, resulta esperable que la marcha tienda a la repetición de sus propios ritos para así reafirmar sus propios significados sobre el 11 de septiembre. De hecho, estos ritos funcionan como una suerte de guión no escrito: juntarse en la Plaza Los Héroes, marchar deteniéndose en los mismos lugares, participar en el acto (aún cuando buena parte de la concurrencia no presta mayor atención a lo que ahí sucede), esperar o eventualmente participar en los enfrentamientos con la policía, retirarse del cementerio después del acto o participar de los rituales en las tumbas de Allende, Víctor Jara o Miguel Enríquez. No hay nuevas formas de apropiación ni del pasado ni de sus formas de conmemorarlo. Más bien hay una estabilización conmemorativa, dada por las normas y las costumbres, que ha ido definiendo qué y cómo se conmemora. [71]
El problema radica en que, en la medida que la memoria no depende del pasado sino del presente desde el cual se elabora (HALBWACHS 1925; BARTLET 1930; VÁZQUEZ 2001), los propios hechos de nuestro presente han ido transformado el sentido de la conmemoración. La marcha se ha ido convirtiendo en un hecho cada vez más aislado y con poca repercusión pública, en un ritual propio de un sector específico de la sociedad directamente relacionado con los hechos que se recuerdan, dejando al resto de la sociedad como meros espectadores de algo que les resulta cada vez más ajeno y lejano. Si asumimos que ninguna práctica social está condicionada por fuerzas que la determinan de manera absoluta, podemos considerar que el recorrido de la marcha no es necesario, natural ni obvio, sino que ese recorrido es el resultado de ciertas prácticas que la han configurado como tal. Entonces, ¿es obvio que la marcha deba hacerse desde La Moneda al Cementerio General? [72]
Según nuestra interpretación, el recorrido de la marcha es el recorrido simbólico de la derrota. Al comenzar en La Moneda y terminar en el Cementerio, se repiten simbólica y urbanamente los hechos históricos: los sectores de izquierda y progresistas estaban en La Moneda en 1973 antes del golpe de Estado, en el poder, ubicado en el centro simbólico de la ciudad y luego son derrotados por los militares, terminando en la muerte, la desaparición y fuera del centro de poder. La reiteración de una cita normaliza el significado posible, es decir, establece un marco que contiene narraciones posibles y, al mismo tiempo, que construye una exterioridad narrativa no ritualizada. Las narraciones exteriores no están fuera de la cultura pero tampoco están situadas en el intercambio oficial tensionando las instituidas. [73]
Este recorrido tuvo pleno sentido durante la dictadura y en los primeros años de la concertación, porque explicitaba la violación a los derechos humanos y, particularmente, las muertes y desapariciones forzadas, cuestión que la sociedad chilena no tenía plenamente asumida. En democracia y con varios reconocimientos realizados respecto de la violación a los derechos humanos y a las víctimas de la dictadura (por ejemplo, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación – 1991 –, la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura – 2005 – y las investigaciones judiciales y periodísticas de los últimos años), la sociedad chilena ya no niega la realidad de estos hechos. No obstante, la marcha ha seguido realizando el mismo recorrido, en la misma lógica de la denuncia. En el contexto actual, donde diversos sectores buscan dejar atrás el golpe y la dictadura, este recorrido, al terminar en el cementerio, contribuye a dejar fuera del presente al 11: lo deja en el lugar del pasado, de la muerte, del silencio, en definitiva, del olvido. Esto implica que las memorias asociadas a este momento histórico de la sociedad chilena, dejan de tener sentido político activo en el presente: los constructores de sociedad de antaño son recordados por medio de un tímido guiño nostálgico al pasar por La Moneda, pero el paso marca justamente eso, su carácter de recuerdo, de proyecto cegado. [74]
Se repite entonces el derrocamiento de los esfuerzos de transformación de la sociedad chilena, cuyos símbolos iconográficos más citados son el bombardeo de La Moneda y la muerte de Salvador Allende. Todo ello junto, con la muerte y desaparición de muchos ciudadanos, se ha apropiado en términos materiales y simbólicos del cementerio en la ciudad de Santiago, es ahí donde se ubica el memorial oficial en homenaje a los detenidos desaparecidos y los ejecutados políticos. [75]
Frente a este diagnóstico, fue surgiendo la idea de realizar una acción que interviniera esos sentidos y prácticas cristalizadas a fin de contribuir a dinamizar el diálogo social y, al mismo tiempo, abrir espacios para otras memorias. Fue en este contexto que surgió el proyecto de la marchaRearme. [76]
6. Una propuesta para contribuir a la construcción de nuevas memorias y la inclusión de otras identidades: antecedentes y efectos de la marchaRearme
La marchaRearme se formuló y realizó en el marco del programa de investigación Memoria Colectiva e Identidades Sociales: Cuerpos, Estéticas y Espacios financiado por la Universidad ARCIS durante los años 2004-2006. En este programa trabajábamos un grupo de psicólogos sociales y una historiadora16). Fue a partir de las discusiones que se dieron en torno a las conmemoraciones y al análisis realizado por Roberto FERNÁNDEZ DROGUETT (2006a) de la marcha del 11 de septiembre, que surgió la propuesta de intervenirla, invirtiendo su recorrido. Esta propuesta tomó el nombre de marchaRearme. En la gráfica 2 puede apreciarse el cartel de convocatoria de la actividad
Gráfica 2: Cartel de convocatoria a la marchaRearme 2005 [77]
Para ello fue necesario confrontar distintas lógicas de aproximación a la intervención política, esto para evaluar diferencias, similitudes y fertilidad, entre otras cosas. La fuerza con la que una conmemoración instala una narración del pasado, así como sujetos específicos de ese recuerdo (no sólo en términos de quiénes son los recordados sino también respecto de quiénes son los que pueden recordar) nos llevó a sostener que la noción de performatividad, en su dimensión transgresora, así como las herramientas del performance, en términos de su escenificación, eran las más apropiadas para provocar preguntas frente a los ritos instituidos. [78]
La idea no era cambiar una conmemoración por otra, ni tampoco establecer una suerte de competencia respecto de la acción más adecuada para ser realizada en un 11 de septiembre. Más bien, lo que se puso en juego fue la necesidad de abrir espacios para generar debates sociales, por lo que la marchaRearme se planificó y llevó a cabo después de que la marcha tradicional llegara al Cementerio General. De hecho, los asistentes a la marcha tradicional fueron invitados a participar de esta otra acción. [79]
En tanto los que conformábamos el equipo del programa estábamos todos dentro de la lógica académica y específicamente en el ámbito de las Ciencias Sociales, resultó pertinente incorporar al diseño de la acción a colectivos políticos y personas vinculadas a las artes (creadores, críticos, performers y bailarinas, entre otros), para así aprovechar sus saberes y experiencias en intervenciones en el espacio público. [80]
La planificación enfatizó, por un lado, la necesidad de buscar estéticas alternativas a las utilizadas tradicionalmente por la izquierda chilena en las conmemoraciones del golpe de Estado, y también la transgresión de la lógica simbólica de la marcha. Por este motivo la convocatoria fue a marchar en el sentido inverso, es decir, partiendo desde el Cementerio General y en dirección al centro cívico de la ciudad: dejar la muerte y sus víctimas recluidas en el cementerio después de homenajearlas, para reposicionar a los actores sociales en la vida política del país. El cambio se centraba en el cómo queremos recordar a nuestros muertos, sus ideales, sus proyectos y en qué lugar de la ciudad. [81]
La marchaRearme fue organizada en torno a una acción central: el traslado, desde el Cementerio General hasta La Moneda, de una reproducción del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político. Para eso se produjo una gigantografía de dicho memorial, que luego fue cortada en 64 piezas que fueron repartidas entre diversas personas que se habían responsabilizado de llevarlas de vuelta al centro de la ciudad. Al unir estas piezas, en manos de los marchantes (Foto 1) se lograba una imagen del memorial, esto fue llamado acción rearme.
Foto 1: Rearme del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político frente al mausoleo de Salvador Allende (marchaRearme
2005) [82]
El punto de encuentro para dar inicio a la intervención fue en las cercanías del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político. Algunos de los organizadores esperaron en dicho lugar a que llegara la marcha tradicional y comenzara el acto. La idea era hacer visibles las piezas e invitar a todos quienes quisieran a participar de la acción. Inicialmente, el encuentro con los manifestantes que venían llegando desde La Moneda estuvo teñido por el desconcierto, sólo algunas personas se acercaban a preguntar qué eran esas piezas y cuál era el objetivo de tenerlas ahí. Poco después de comenzado el acto tuvieron lugar los enfrentamientos entre manifestantes y carabineros, por lo que se inició el desplazamiento hacia la tumba de Allende, punto de partida "oficial" de la marcha. En el lugar ya había mucha gente, tanto participantes de la marchaRearme como personas que iban a rendir su propio homenaje a la figura de Allende. Éste fue un espacio más distendido y de mayor diálogo respecto de los fundamentos y las características de la actividad. [83]
Una vez explicada la actividad, se realizó la primera acción rearme frente a la tumba de Salvador Allende. Después, se ejecutó el primer performance individual y luego se inició el recorrido: los marchantres comenzaron a desplazarse hacia la salida del cementerio, primero en silencio y luego gritando consignas y entonando las canciones que habitualmente se cantan en este tipo de conmemoraciones (por ejemplo, el Pueblo Unido). [84]
Una vez fuera del cementerio los marchantes realizaron espontáneamente una nueva acción rearme. Esta característica se fue repitiendo a lo largo de todo el recorrido: cada cierto tiempo los asistentes a la marcha se organizaban y juntaban las piezas rearmando el memorial. [85]
Durante el primer tramo en dirección al centro de la ciudad no hubo carabineros, pero al llegar a las cercanías del centro la marcha fue desviada por un gran contingente policial. El recorrido fue modificado y de ahí en adelante el acoso policial fue permanente: registros de las pertenencias y bolsos de los marchantes, así como persecuciones y utilización de técnicas de disolución de movimientos callejeros.
Foto 2: Segunda detención: perfomance sobre el puente Recoleta (marchaRearme 2005) [86]
Sobre un puente del río Mapocho se desarrolló el segundo performance individual (Foto 2), luego la marcha continuó hacia la Plaza de Armas de la ciudad, distante a unas 5 o 6 cuadras del objetivo inicial, el palacio de La Moneda. Al pasar por este sector comercial, donde había más transeúntes, la marcha fue cobrando ánimo, con cantos y consignas que al parecer alteraron la tensa calma de las fuerzas policiales. Frente a la Catedral de Santiago se realizó una nueva acción rearme, frente a lo cual las fuerzas policiales comenzaron con medidas represivas, deteniendo a manifestantes y utilizando carros lanza-agua y gases lacrimógenos. Si bien la marcha se dispersó, la mayor parte de las personas lograron llegar al punto de encuentro alternativo que se había acordado en caso de represión: el frontis de la Casa Central de la Universidad de Chile, a dos cuadras de La Moneda. En la medida que los marchantes iban llegando, se fueron pegando las piezas del memorial en la pared de esta casa universitaria. Al mismo tiempo también fueron llegando las fuerzas policiales, cuya acción represiva terminó de dispersar la manifestación y concluyó con un saldo de una treintena de detenidos, los que fueron liberados en el transcurso de la tarde. [87]
Es importante consignar que si bien ésta fue la actividad central, en paralelo se realizó otra actividad en una de las principales ferias libres de la ciudad. En este lugar un grupo de personas vinculadas a diversas agrupaciones de izquierda y de derechos humanos repartieron volantes a la vez que circulaban por el lugar mostrando las piezas del memorial. La idea era que este grupo se juntara con el resto en las cercanías de La Moneda, pero debido a la represión temprana no se logró el encuentro. Esta actividad paralela reviste importancia no sólo por haber permitido desarrollar la propuesta en espacios diferentes, sino también porque fue el reflejo de ciertos desacuerdos entre el colectivo marchaRearme y estos otros grupos. Si bien compartíamos la idea de desarrollar formas diferentes de conmemoración, se fueron generando posiciones disímiles que culminaron en la realización de actividades paralelas (aunque complementarias en el objetivo final del rearme). [88]
Si bien la intención inicial de la marchaRearme fue no repetir las lógicas conmemorativas habituales, hay varios puntos en que se expone el cruce, al parecer ineludible, entre la posible transgresión performativa y la necesidad de la cita normalizada para que la acción, en tanto tal, sea un discurso legible desde la trama social. [89]
En primera instancia es necesario aclarar que la acción comienza antes de ser ejecutada. La primera dificultad radicó en el logro de acuerdos con los distintos grupos invitados a participar, esto da cuenta de las particularidades y tensiones propias del desarrollo de una actividad planteada desde el mundo académico en un contexto político. Creemos en la necesidad de una problematización profunda y permanente respecto de la articulación de posiciones distanciadas como las académicas y las político-orgánicas. A esto también se agrega la posición de los artistas involucrados. Cada uno de estos grupos tenía lógicas diferentes, así como prácticas discursivas diversas. [90]
Por otra parte, el nombre y los colores de la convocatoria (el afiche antes expuesto y el volante que se observa a continuación en la gráfica 3) ya ponen en marcha una serie de diálogos en torno a la acción misma.
Gráfica 3: Volante de difusión de la marchaRearme 2005 [91]
Mientras planeábamos la acción se propusieron diversos nombres. Entre ellos los que más discutimos fueron up-marcha, la marcha al revés y marchaRearme. Finalmente optamos por este último pues era coherente con nuestra apuesta teórico/política: pensar la memoria como una construcción que está en constante transformación en el seno de las prácticas sociales, abriendo espacios para la tensión entre las distintas narraciones. Sin embargo, como uno de los efectos incalculables que un acto de habla puede tener, el nombre implicó, en términos simbólicos, que muchas personas pensaran en un llamado a la población a "re-tomar las armas". Armas que se suponía tenían los partidarios de Allende y que utilizarían para defenderse del golpe de Estado y que, durante la dictadura, habían sido internadas por los partidos políticos de izquierda que subsistían en la clandestinidad. [92]
El nombre era provocativo, pero también polisémico. La foto del afiche y el lema propuesto "MarchaRearme una posibilidad de resignificar y dar nuevos sentidos a la memoria social..." apuntaban directamente a pensar en el rearme de nuestra memoria. En términos teóricos, la propuesta de la memoria como acción social (VÁZQUEZ 2001; MIDLETON & EDWARDS 1990), implica que no existe un pasado único y objetivo, en este sentido, pensar en rearmar la memoria, supone una serie de piezas desconectadas, que deben ser nuevamente articuladas a través de tramas de sentido. Por un lado, la idea de generar tramas es consecuente con esta perspectiva teórica en la medida que permite pensar en la memoria como una construcción móvil, que responde a las necesidades de un presente (BARTLET 1930; HALBWACHS 1925). Por otro, la idea de piezas se podría entender como una alusión a un cierto pasado objetivo; sin embargo, en la medida que estos autores sostienen que el pasado no existe como tal, sino que se construye por medio de los relatos, podríamos pensar esas piezas como cristalizaciones del pasado que se producen por medio de las prácticas sociales y, en ese sentido, éstas seguirían siendo una construcción. [93]
Al mismo tiempo, esta idea es congruente con la intención del performance central de la marcha: la acción Rearme implicaba simbólicamente tomar el Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político y, en su traslado temporal y espacial, constituir condiciones de posibilidad para nuevos relatos de memoria que tuviesen efectos diferentes en la construcción de nuestro presente/futuro. [94]
Tanto la idea del rearme como un re-tomar las armas y la del rearme como rearmar nuestra memoria tuvieron un efecto político. La primera en términos del imaginario social que movilizaba, asociado a representaciones de enfrentamiento armado, y la segunda, respecto del llamado, implícito a hacerse cargo, como sociedad, de una memoria que se muestra en fragmentos y que, de todos ellos, sólo algunos han ocupado el lugar de los discursos oficiales. El imaginario social movilizado por el nombre, también fue reforzado por los colores escogidos para el afiche y los volantes de difusión, puesto los colores escogidos son el rojo y el negro, asociados históricamente al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). [95]
La movilización que se produce implica el temor a la repetición de una lógica temida. Es un discurso ampliamente aceptado en sociedad chilena que el gobierno de la Unidad Popular produjo una polarización política y una algidez beligerante en las posiciones antagónicas, que paralizó los proyectos de cambio social que se propuso ese gobierno socialista. En este sentido, la marchaRearme aparece estéticamente como una puesta en tensión de la lógica dominante de la reconciliación. [96]
La cita estética de la convocatoria de la marchaRearme a este momento de la historia, reproduce y, en cierto sentido, activa desde y para el presente, mecanismos de control frente a la posible emergencia de tensiones que pudiesen, aunque sólo en la fantasía de lo que la acción sería, reproducir este tipo de confrontación. [97]
Estos elementos crearon expectativas respecto a lo que sucedería ese día. La intención explícita era invitar a un desplazamiento pacífico por las calles de Santiago; no obstante, las citas estéticas que se utilizaron (en el sentido normalizado al que se refiere BUTLER 2001, 2002) hicieron de la marchaRearme un dispositivo conocido, aún cuando no se hubiese llevado a cabo y la lógica propuesta fuese la de una acción desmarcada de las lógicas estándar. [98]
En este sentido, cada vez que se elabora una propuesta de intervención performativa no se puede saber cuál será su destino, a pesar de que éste está marcado por elementos que se ponen en juego desde antes de la realización de la acción misma en la medida que moviliza ciertas narraciones de memoria e imaginarios sociales que han sido sedimentados a partir de las prácticas sociales que los sustentan. [99]
Si bien desde la planificación y el trabajo teórico las alternativas parecen ser múltiples, cuando la acción se está ejecutando y hay autores y responsables de que ella se cumpla según lo planeado (en este caso la responsabilidad recayó sobre el programa de investigación desde el cuál la idea de produjo), las libertades proyectadas se ven reducidas. Esto por dos motivos: [100]
En primer lugar, porque si lo que se quiere es realizar una acción que tenga presencia en la vida pública, es necesario ejecutarla de tal modo que sea legible no sólo para las personas abstractas, espectadores activos que interpretarán lo que allí ocurre y que forman parte de nuestra sociedad, sino también para quienes serán los protagonistas de ella. Esto implica jugar con las lógicas propias de nuestro entorno cultural y remitirse a ciertas citas, en el sentido performativo que les da BUTLER (2001, 2002), que hagan de la intervención en movimiento una presencia significativa en el contexto sociocultural. Esta cita, al igual que la que describe TAYLOR (s/d) respecto de los escraches, es de procedimiento, es decir, es un saber hacer que se pone en juego, para que así, la intención del acto, su fuerza ilocutiva, pueda ser una propuesta que invite a continuar la interacción. [101]
En segundo lugar, porque si lo que se pretende es trasladar las piezas/artefactos hacia un lugar específico de la ciudad, los organizadores deben encontrar métodos para asegurar que el objetivo de la acción se cumpla. Por este motivo, se utilizan mecanismos de control, que operan desde la lógica disciplinaria (FOUCAULT 1976, 1977), fundamentalmente desde las nociones de clausura y parcelación. [102]
El ejercicio de este control no es sólo de los organizadores y autores de la intervención, sino que también es asumido por la marcha como autodisciplina que se funda, por sobretodo, en la responsabilidad que implica llevar las piezas. Así no sólo megáfonos indican los recorridos, sino que los mismos marchantes se apropian de estas regulaciones y también participan de la generación del orden necesario. [103]
Ambas restricciones podrían ser superadas en la medida que lo planificado sea radicalmente participativo y colectivo. Por ejemplo, proponer una consigna: "Llévese esta pieza y haga lo que estime conveniente con ella, excepto destruirla o dejarla en su casa". Para hacer esto es necesario ir más allá de la lógica de uno o varios autores, así como también de la responsabilidad asignada a los organizadores. Un gesto como éste implicaría entregar simbólica y fácticamente los artefactos de memoria a otras personas, que en el marco de las condiciones expuestas, podrían decidir dónde y cómo exponer las piezas en el espacio público. Se trataría de asumir, radicalmente, que los autores no existen y que en tanto es así, tampoco se puede definir con total claridad qué es lo que pasará. [104]
Por otra parte, si pensamos en el performance desde la perspectiva que plantea REGUILLO (2005), su objetivo debiese ser comunicar socialmente esta memoria por medio de estrategias que muestren teatralmente un particular pasado común. La convocatoria y sus propias citas, así como la estructura final de la acción, produjeron la movilización de lógicas de disolución (acción de carabineros) y silenciamiento: no hubo ninguna mención a la marchaRearme en periódicos ni noticieros televisivos a pesar de que habíamos enviado comunicados de prensa a distintas publicaciones y canales de televisión; los detenidos de la marchaRearme fueron atribuidos por los periodistas a la marcha tradicional o a los desmanes propios de ese día. [105]
Una imagen alternativa a estas lógicas disciplinarias podría ser la de las piezas del memorial ocupando la ciudad, diseminadas, como habitantes fragmentarios del universo simbólico de todos los constructores de sociedad. Son las piezas las auténticas protagonistas y tal vez en este sentido sí hay un carácter distinto y novedoso. La desindividuación a la que se refiere FERNÁNDEZ (1994) implica dejar de ser para sí, para pertenecer al todo, siguiendo sus propias voluntades y actuando al servicio de esas necesidades comunes. En este caso, la necesidad es el reclamo de nuestras memorias por recordar la agencia de esos hombres y mujeres inscritos en la piedra. De modo que cada una de las personas que participó se transformó, metafóricamente, en el atril móvil de esos recuerdos, un atril que muestra la partitura para que otros la lean: que la desplazan, que la cuidan, que la exponen y la sostienen, a la vez que la oponen a la lógica represiva del control policial (Foto 3).
Foto 3: Un nuevo actor social: las piezas del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político sobre atriles móviles
ocupando la ciudad (marchaRearme 2005) [106]
Desde esta perspectiva, la construcción de memoria se realiza de muchas formas diferentes, que no necesariamente pasan por la palabra, sino que incorporan otras alternativas del lenguaje, en tanto son actos performativos que dan forma a lo que constituyen en su actuar. El performance es entonces un arma que desde la idea de una cita (BUTLER 1997, 2001, 2002) o desde la idea de la teatralización o puesta en escena de la memoria (TAYLOR 1997, s/d; DEL CAMPO 2004; REGUILLO 2005), constituye nuevos lugares de enunciación que abren la posibilidad de pensar en nuevos discursos, que reviertan las lógicas normativizadas de recordar. Esto no implica la disolución de las memorias anteriores, sino la inclusión de nuevos discursos que permitan generar tensiones que decanten en la movilidad de nuestro pasado y por lo mismo, de nuestro presente y de nuestros futuros. [107]
7. Conclusiones: investigación cualitativa, performatividad y política
En este texto hemos querido dar cuenta de un largo proceso de investigación y acción performativa en relación a una de las principales conmemoraciones del golpe de Estado y la dictadura militar chilena. Nuestra experiencia nos hace pensar que las diversas nociones de performatividad constituyen un aporte al estudio e intervención de la memoria entendida como una forma de acción social. En la medida que nos alejamos de la lógica tradicional de la memoria, que la considera un proceso intra-individual donde se representan hechos de un pasado objetivo en la conciencia del sujeto, y nos acercamos a una noción procesual de memoria que se construye en la interacción social donde se tranzan y tensionan, colectivamente, significados sobre el pasado a través de narraciones orales o escritas pero también a través de prácticas simbólicas y rituales como la marcha del 11. Podemos, entonces, pensar en los fenómenos conmemorativos desde las prácticas e interacciones que las producen y transforman. Y por cierto también es posible contribuir a movilizar los contenidos y las formas de la memoria en la perspectiva de inscribir el pasado en un presente que se proyecte al futuro en un horizonte de transformación social. Consideramos que la memoria de los hechos y de las personas debe ser una memoria orientada a la verdad y a la justicia en relación a los atropellos a los derechos humanos, pero también debe ser una memoria que recupere el sentido utópico de los proyectos que animaron las vidas de quienes murieron por sus ideales. Creemos que una memoria de estos sujetos, víctimas de la dictadura, pero también actores sociales de la resistencia y la lucha por una sociedad mejor, es una memoria que puede ayudarnos a pensar sobre las condiciones socio-políticas actuales. Aún considerando que esta lectura es por definición conflictiva debido a que interpela nuestras posiciones, creencias y valores. Pero, tal como lo planteamos al inicio, pensamos que las ciencias sociales deben hacer su aporte justamente en la posibilidad de crear diálogos colectivos. [108]
Una de las herramientas de nuestro trabajo fue la performatividad. Esta noción nos permitió entender e intervenir un fenómeno como la marcha conmemorativa del 11. Sobre todo, nos permitió acercarnos a él en toda su complejidad y dimensiones. En este sentido, a partir de esta experiencia, pensamos que una ciencia social performativa debe ser una ciencia abierta a los diversos aportes de las ciencias sociales pero también de los aportes de otras disciplinas como el arte, el teatro, la literatura, etc. Asimismo, la lógica performativa debe tensionar la distinción entre el ámbito de la ciencia y los otros ámbitos de la realidad social. Es decir que debe estar abierta y sensible a las prácticas performativas de los propios grupos y comunidades humanas e intentar establecer un diálogo horizontal que contribuya a la crítica de la sociedad actual y a sus esfuerzos de transformación. [109]
1) 11 de septiembre en Chile no es un día festivo, por lo que la marcha de conmemoración se realiza el domingo más cercano a la fecha. Además, el día 11, sin importar el día de la semana, se realizan diversas manifestaciones por la ciudad. Algunas de ellas se efectúan en distintos lugares cercanos a La Moneda, otras en centros de detención y tortura, así como también en diversas poblaciones que tuvieron un rol combativo durante la dictadura. <regresar>
2) Financiado por la universidad ARCIS durante el período 2004-2006. <regresar>
3) Jesuita y psicólogo social asesinado en El Salvador por efectivos militares, en un intento por boicotear las negociaciones que en ese momento se llevaban a cabo entre la guerrilla y el gobierno con el fin de terminar con años de guerra civil. Fue uno de los principales gestores de las perspectivas de la liberación en psicología social. <regresar>
4) H.I.J.O.S. es la identidad política y no la natural (hijo de detenido desaparecido), la sigla significa Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (TAYLOR, s/d). <regresar>
5) Una vez que el cuerpo de Salvador Allende es sacado de La Moneda, cerca de las 18:30 hrs. del día 11, sus restos fueron transportados al Hospital Militar de Santiago, para ser traslados al día siguiente a la Quinta Región, donde permanecieron hasta su entierro oficial efectuado en Santiago en el año 1990. <regresar>
6) Cantautor, actor y director de teatro emblemático de la Unidad Popular. Fue asesinado, después de ser brutalmente torturado, el 15 de septiembre de 1973 tras ser recluido en el Estadio Chile, que inmediatamente después del golpe de Estado se transformó en un campo de prisioneros. <regresar>
7) Lugar del cementerio donde fueron enterrados clandestinamente ejecutados políticos. Sus cuerpos fueron exhumados a comienzos de la década del noventa. <regresar>
8) Brazo armado del Partido Comunista durante la dictadura. <regresar>
9) En Enero de 1988, la Democracia Cristiana llama a votar por el NO. En Junio, el Partido Comunista y su coalición Izquierda Unida haría lo mismo (MOULIAN, 1997). <regresar>
10) El entierro se realizó el 4 de septiembre, fecha simbólica ya que era el día en que los presidentes electos asumían su cargo. Durante la dictadura esta fecha también fue utilizada como marco de protestas. <regresar>
11) Secretario general del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), principal partido de extrema izquierda. Este partido era partidario de la lucha armada, por este motivo fue uno de los sectores más golpeados por la represión. Enríquez muere en 1974 en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad de la dictadura, luego de meses de clandestinidad. <regresar>
12) La izquierda extra-parlamentaria es la que no tiene representación en el parlamento. No obstante, su falta de representación responde exclusivamente a las características del sistema electoral binominal que favorece a los dos bloques políticos mayoritarios, concertación y derecha. En varias ocasiones la coalición de partidos de izquierda no concertacionista ha obtenido votaciones de entre 5% y 10 % del electorado total. <regresar>
13) La Nación, 12 de Septiembre de 2003, Santiago de Chile <regresar>
14) En La Moneda sólo se hizo una pequeña misa en el transcurso de la mañana. <regresar>
15) Considerando que la marchaRearme se basó en el análisis de la marcha del 11 hasta el 2004, no nos referiremos a los cambios que ésta ha tenido del 2004 a la fecha. <regresar>
16) Isabel PIPER, Paula RAPOSO, María José REYES, Evelyn HEVIA y los autores de este texto. <regresar>
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Marcia ESCOBAR NIETO es Licenciada en Artes con Mención en Danza (Universidad de Chile), Psicóloga (Universidad Diego Portales) y Magíster en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona – Universidad ARCIS. Fue investigadora del programa "Memoria colectiva e identidades sociales: cuerpos, estéticas y espacios" y actualmente realiza actividades de docencia universitaria y participa como co-investigadora en la investigación FONDECYT "Usos del espacio, identidades sociales y políticas del recuerdo: análisis psicosocial de lugares de memoria de los conflictos violentos de nuestro pasado reciente", en que sus temas de interés son cuerpo, performatividad y memoria.
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Roberto FERNÁNDEZ DROGUETT es Magíster en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona – Universidad ARCIS, y actualmente cursa un doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos en la Pontifica Universidad Católica de Chile. Ha ejercido docencia en investigación cualitativa y psicología social, fue investigador del programa "Memoria colectiva e identidades sociales: cuerpos, estéticas y espacios" y actualmente es miembro del equipo de investigación del proyecto de investigación FONDECYT "Usos del espacio, identidades sociales y políticas del recuerdo: análisis psicosocial de lugares de memoria de los conflictos violentos de nuestro pasado reciente", donde su tema principal ha sido la relación entre memoria, espacio y política.
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Escobar Nieto, Marcia & Fernández Droguett, Roberto (2008). Performatividad, memoria y conmemoración: la experiencia de la marchaRearme en el Chile post-dictadorial [109 párrafos]. Forum Qualitative Sozialforschung / Forum: Qualitative Social Research, 9(2), Art. 36, http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0114-fqs0802367.